Por: Guillermo Alvarado
Brasil sufre otra calamidad natural, esta vez a causa de un diluvio, con la lógica consternación popular y cuestionamientos de las políticas públicas del ultraderechista gobierno de Jair Bolsonaro.
Inundaciones, deslizamientos de tierra y derrumbes en la región sureste a causa de fuertes lluvias y aguda sequía en el noreste sumieron en el dolor, alarma e incertidumbre a los brasileños.
Con más de una veintena de municipios declarados en emergencia, los fallecimientos sobrepasaron el medio centenar y muchos de los 28 mil damnificados lamentaron la pérdida de sus viviendas.
Expertos señalaron desde hace tiempo la vulnerabilidad de Brasil ante desastres naturales como precipitaciones fluviales excesivas o aridez periódica, a los que es necesario responder mediante políticas colectivas.
Analistas recordaron que Brasil, como el resto del planeta, se expone a los impactos del cambio climático, un flagelo minimizado por Bolsonaro y sus colaboradores, y a las derivaciones del acelerado crecimiento de las ciudades.
José Marengo, funcionario vinculado a la prevención de cataclismos naturales, alertó sobre la fragilidad de la región sureste de Brasil a causa de problemas socioeconómicos y el inapropiado uso del suelo.
En su criterio, Brasil carece de estrategias públicas específicas para enfrentar la etapa seca, una parte de la población necesita adiestramiento ante los desastres naturales y escasean los recursos materiales.
La exministra de Medio Ambiente Marina Silva evocó la catástrofe en la Amazonía, donde avanza la minería a costa de la floresta hasta incidir en los incendios que alarmaron en 2019.
Debe sumarse en ese año el derrame de petróleo que afectó a 200 playas y el colapso de un depósito de residuos de la minera Vale en Brumadinho, en el sureste de la nación.
Todo ello asociado a las polémicas medidas calificadas de “ambientalistas” por el Jefe de Estado.
Al respecto, Silva subrayó el debilitamiento de instituciones para el control de los desmanes contra el entorno y la aprobación de leyes para legalizar áreas ilegalmente ocupadas y deforestadas.
El diario Folha de Sao Paulo reveló que el gobierno de Bolsonaro utilizó menos de un tercio de los recursos previstos en el Presupuesto para prevenir calamidades naturales durante su primer año.
A juzgar por los elementos aportados, Brasil está en peligro creciente por los fenómenos de origen climático, agravados por el menoscabo de infraestructuras.
La comunidad internacional debe solidarizarse con los brasileños -como señalara en la red social Twitter el canciller cubano, Bruno Rodríguez- a fin de prevenir y contener las consecuencias del cambio climático.