En lugar de debilitarse pandillas salvadoreñas siembran temor

Edited by Maite González Martínez
2020-05-01 08:00:20

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Por: Roberto Morejón

Los salvadoreños están amenazados por el nuevo coronavirus y el repunte de la violencia interna.

Obligados a cuarentena para evitar el avance de la COVID-19, los habitantes del más pequeño país centroamericano se preguntan qué pasará ante el nuevo empuje de las poderosas pandillas.

A la par del crecimiento de los casos originados por el patógeno SARS-COV-2, una escalada de homicidios ha conmovido a la sociedad, haciendo añicos los cantos de victoria del gobierno.

El presidente Nayib Bukele apostó por aumentar la presencia de la policía y el ejército en las calles como antídoto contra el imperio de Barrio 18 y Mara Salvatrucha.

Cabecillas de la extorsión y responsables junto a la pobreza del éxodo de los jóvenes en busca de otras latitudes, los delincuentes generan temor entre los ciudadanos.

El gobierno aduce como victoria el declive en los últimos meses de la tasa de homicidios, por lo que considera acertado llenar las calles de militares para amilanar a los bandoleros.

Pero una reciente ola de crímenes de esos forajidos puso en tela de juicio el alegado éxito de la política gubernamental de mano de hierro.

El reforzamiento de esa conducta quedó evidenciado al aprobar el gobierno el uso de la fuerza letal para combatir a las turbas armadas.

Y en las cárceles superpobladas entró en vigor el estado de emergencia y por órdenes superiores unieron en las celdas a miembros de cuadrillas juveniles rivales.

A todos los factores que apuntan hacia un deterioro mayor de la seguridad colectiva se añade la irritación de los malhechores porque decrecieron sus ingresos provenientes de la extorsión.

Fue así al cerrar los negocios a causa del aislamiento social por el azote del nuevo coronavirus.

Con 6,6 millones de habitantes y 35,6 homicidios por cada 100 mil habitantes en 2019, El Salvador no logra reducir la conmoción social.

A ello contribuyó el acto de fuerza del primer mandatario al irrumpir en febrero pasado, secundado por uniformados, en la Asamblea Legislativa.

 Con ese arranque conminatorio, el estadista quería lograr más financiamiento para responder con crudeza a los desmanes de los pandilleros.

Aquella imagen de apremio desde el poder y la mano de hierro contra los delincuentes sin ir a las causas sociales de ese fenómeno, hunden a El Salvador en la zozobra, a la que contribuye la amenaza de la pandemia.



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