Por: Guillermo Alvarado
Estados Unidos, la nación de las libertades, la democracia y los derechos humanos, según la pervertida visión de sus propios gobernantes, está mostrando una vez más su rostro, surcado por rencores, miedos, abusos y una profunda división creada por siglos de racismo y exclusión.
No es la primera vez que los oprimidos muestran su cólera por la brutalidad con que se les trata en el país de los blancos, anglosajones y protestantes. Tampoco George Floyd es el primer negro asesinado por la policía en lo que va de este año. El 23 de febrero, en Georgia, Ahmaud Arbery murió cuando hacía ejercicios a manos de Travis Mcmichael y su padre, el policía retirado Gregory McMichael.
Poco después, el 13 de marzo, la policía de Louisville, Kentucky, mató a la enfermera Breonna Taylor, de 26 años. Los agentes asaltaron su casa por error, buscando a un sospechoso que ya había sido capturado.
Amy Goodman asegura que la violencia policial es la principal causa de muertes entre los jóvenes negros estadounidenses.
El estallido que no ocurrió en febrero o marzo, detonó ahora tras la ejecución extrajudicial de Floyd, porque el hastío y la rabia se acumularon hasta niveles peligrosos en la tierra de los sueños.
La Pandemia de Covid-19, que está matando sobre todo a los afrodescendientes y miembros de otras minorías étnicas, es uno de los elementos que explica lo que está ocurriendo en decenas de ciudades en la principal potencia económica y militar del mundo.
Otro, es la actitud irresponsable del presidente Donald Trump, quien ya dio muestras de lo poco que le importan las vidas de los pobres y excluidos.
Primero llamó “matones” a los que salieron a protestar; luego dijo que iba a declarar terrorista a la organización Antifa, diminutivo del movimiento antifascista, que se creó en Estados Unidos en los años 80 del siglo pasado a partir de grupos antirracistas enfrentados al supremacismo blanco y neonazi.
Atizando aún más el fuego, Trump amenazó con sacar al ejército de sus cuarteles, lo que sería una auténtica estupidez porque pondría a los soldados a disparar contra los propios ciudadanos estadounidenses.
Uno de los lugares que ya está en alerta es Fort Bragg, en Carolina del Norte, nombre con resonancias funerarias porque allí se entrenaron miles de gorilas latinoamericanos en técnicas para secuestrar, torturar y asesinar a opositores de las dictaduras que devastaron la región.
Así, una a una van cayendo las máscaras con que se había dotado ese imperio para dar una imagen civilizada ante el resto del mundo. El que quiera ver, amigos, que vea.