La Carrera por la vacuna

Edited by Maite González Martínez
2020-07-07 07:03:53

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Imagen ilustrativa, foto archivo.

Por: Guillermo Alvarado

Casi todo el mundo está convencido hoy día de que las barreras profilácticas y de distanciamiento social son medidas efectiva para romper la cadena de contagios y frenar la expansión de la covid-19, pero de ninguna manera constituyen el remedio definitivo para esta enfermedad.

Y digo que casi todo el mundo, porque hay notorias excepciones como ocurre con los presidentes de Estados Unidos y Brasil, Donald Trump y Jair Bolsonaro, respectivamente, acérrimos enemigos de normas tan elementales como portar una mascarilla y evitar multitudes.

El hecho es que en estos momentos los sectores más sensatos de la humanidad están enfocados en lograr una vacuna, capaz de poner fin a una amenaza de la envergadura de este nuevo coronavirus.

Pero no se trata de cualquier vacuna, como especificó el prestigioso virólogo Peter Piot, director de la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres, la capital del Reino Unido.

Además de ser muy eficaz, lo que significa un reto para la comunidad científica, tiene que estar absolutamente al alcance de todos aquellos que la necesiten, lo que es un desafío político, sobre todo en estos tiempos en que surge lo que denominó como “nacionalismos de la vacuna”.

Con este término, Piot se refiere, por ejemplo, al afán de Estados Unidos de apropiarse de millones de dosis de un eventual preparado, para uso exclusivo de su población –y no toda, que conste- como ya hizo con el medicamento remdesivir, un antiviral potencialmente útil para combatir al coronavirus.

Si este tipo de conducta prolifera entre los pocos países que tienen capacidad para producir vacunas, esto significa que miles de millones quedarían excluidos, sobre todo en naciones pequeñas y pobres que no cuentan con recursos tecnológicos para elaborar medicamentos o inmunizantes.

Ya hubo un incidente en este sentido con la firma Sanofi, que en un principio anunció que Estados Unidos tendría prioridad en la compra de una vacuna porque invirtió fuertes sumas de dinero para las investigaciones, hasta que fue llamada a capítulo por el gobierno francés.

No se trata de un asunto de menor importancia. De llegarse a descubrir esa vacuna, habría que fabricar cinco o seis mil millones de dosis, o más, y luego inocularlas a igual número de personas en todo el mundo, algo que nunca se ha hecho en la historia.

Es un esfuerzo colosal que pondrá a prueba la voluntad de cooperación científica, económica, política y social y que, de lograrse, hará que nuestra especie dé un paso efectivo a una nueva etapa y abrirá un rayo de esperanza de que las nuevas generaciones puedan vivir, quizás, en un mundo mejor.



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