Por Maria Josefina Arce

En 2017 Donald Trump asumió la presidencia de Estados Unidos y puso en la mira a naciones como Cuba, Venezuela y Nicaragua. Próximo a dejar la Casa Blanca no se ha detenido en sus acciones hostiles contra esos países de América Latina.

En los últimos días adoptó nuevas medidas coercitivas contra Managua, en otro intento por presionar al país centroamericano y llevar a la caída del gobierno constitucional del presidente Daniel Ortega.

Más funcionarios nicaragüenses han sido objeto de sanciones de Estados Unidos, que patrocina a la llamada oposición en sus actos desestabilizadores.

Recordemos las acciones violentas de 2018 contra el gobierno sandinista, promovidas por la derecha y respaldadas por Washington, que tras el fracaso del intento de golpe contra Ortega promulgó a finales de ese año la conocida Ley Nica, Ley de Condicionalidad de Inversiones de Nicaragua.

El objetivo: bloquear  el acceso de Managua   a los préstamos de organismos  como el Banco Mundial, el Interamericano de Desarrollo y el Centroamericano de Integración Económica.

Estos préstamos estaban siendo invertidos por las autoridades para mejorar las condiciones de vida del pueblo, con el combate a la pobreza. La salud, educación, infraestructura y alimentación eran, entre otros sectores, a los que iban  destinados estos fondos.

Los expertos señalan que esta norma también llevó a la administración norteamericana a aumentar la asistencia a opositores, incluyendo medios de comunicación independientes y organizaciones que se dicen de derechos humanos.

Y en una nueva escalada de hostilidad, el pasado año el gobierno de Trump emitió la orden ejecutiva 13 851, que calificaba al país como una supuesta amenaza inusual y extraordinaria para la seguridad nacional y la política exterior de Estados Unidos.

Históricamente Nicaragua ha sido objeto de agresiones norteamericanas. 

Larga es la lista que incluye el patrocinio a la dictadura  de la familia Somoza, que se extendió por más de 40 años y condenó a los nicaragüenses a la pobreza, insalubridad, analfabetismo y una feroz represión.

Miles de crímenes y delitos fueron cometidos por la dinastía de los Somoza, entre ellos el asesinato del dirigente revolucionario Augusto César Sandino, quien dirigió la resistencia nicaragüense contra el ejército norteamericano de ocupación en la primera mitad del siglo XX.

No olvidemos el apoyo de todo tipo en la década de los años 80  a los contras, una fuerza paramilitar, por la administración del entonces presidente Ronald Reagan cuando el Frente Sandinista de Liberación Nacional gobernaba la nación centroamericana.

Ahora vuelve Trump a la carga contra el pueblo soberano de Nicaragua, que condena las acciones injerencistas de Estados Unidos y apoya a la revolución sandinista, liderada por Daniel Ortega, ganador incuestionable en las elecciones generales de los últimos años.