Por: Guillermo Alvarado
Por increíble que parezca, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, con poco más de seis meses en el cargo ya está en campaña electoral para tratar de asegurarse el voto cubano americano en el estado de Florida, un feudo habitual del partido Republicano.
Sólo de esa manera se puede explicar su compulsiva obsesión contra el archipiélago cubano, que llegó a su máxima expresión en un encuentro sostenido el viernes último con un grupo de nacidos en la nación caribeña, caracterizados por el más brutal odio hacia su patria.
Entre los nueve invitados a la cita estuvieron Robert Menéndez, presidente del Comité de Relaciones Exteriores del Senado, y su homólogo de la Cámara de Representantes, Gregory Meeks, alguna vez considerado un hombre progresista, pero que ahora es un furibundo conservador.
Asimismo asistieron algunos calificados por Biden como “expertos” en el tema Cuba, entre ellos el empresario musical Emilio Stefan, el cuestionado compositor Yotuel Romero, así como el exalcalde de Miami, Manny Díaz.
El presidente de la principal potencia económica y militar del mundo tuvo la ocurrencia, porque sólo a él se le puede ocurrir, de nombrar a esta gavilla como los mejores “embajadores de la libertad de Cuba”, algo que no tiene precedentes en ningún lugar.
Está claro que Biden tiene miedo, mucho miedo de pasar a la historia como uno de los presidentes más ineptos, pero también de perder la precaria mayoría que tiene en la Cámara de Representantes y ahondar su minoría en el Senado en las elecciones de medio término, de noviembre de 2022.
No es para menos, pues un reciente sondeo reveló que la confianza de la población en su manejo de la crisis sanitaria cayó de 72 puntos en marzo a 63 en julio y que 55 de cada 100 ciudadanos son pesimistas sobre el rumbo del país, 20 más que en mayo, un desgaste rápido en muy poco tiempo.
Por eso sus últimas sanciones contra Cuba, que no tienen ningún efecto práctico, más que hacia la Mayor de las Antillas, están dirigidas a Florida.
De igual manera, el incumplimiento de su promesa de cambiar las políticas migratorias y de otro tipo de Donald Trump, no se debe a su escasa memoria o la erosión de los años, sino que es un paso meditado para ganar adeptos entre el electorado blanco, anglosajón, protestante y básicamente racista.
Además, debe estar pensando en cómo los vientos están cambiando en América Latina y las posiciones de México y Argentina, dos pesos pesados en las relaciones hemisféricas, contra la OEA, le estarán quitando el sueño.
Biden no ha mostrado muchas cualidades como presidente, menos aún como estadista y eso se nota en la forma que está quemando su futuro.