Foto: Archivo/RHC
Por Guillermo Alvarado (RHC)
Estamos ya a pocos días del comienzo de la Cumbre Sobre Cambio Climático de Glasgow, Reino Unido, también conocida como COP-26, que debería ser un impulso decisivo para la aplicación de los Acuerdos de París de 2015, cuyo objetivo es frenar el calentamiento global antes de que sea muy tarde.
La reunión estaba prevista para el año pasado, pero el embate de la pandemia de Covid-19 impidió su realización, lo que podría haberse aprovechado para profundizar en la toma de conciencia sobre la necesidad de proteger el entorno y garantizar la vida sobre el planeta.
Desafortunadamente no fue esta la tónica en estos 12 meses, a pesar de que en muchos puntos de la geografía mundial se abatieron poderosos fenómenos atmosféricos y de otro tipo que son, como ya se había advertido, cada vez más frecuentes e intensos.
Expertos de la Organización de las Naciones Unidas dijeron hace poco que la humanidad podría cruzar pronto el punto de no retorno, aquel en que el aumento de la temperatura provocará cambios irreversibles y catastróficos, ante los que sólo quedará la alternativa de adaptarse o perecer.
Aunque pronto se cumplirán seis años de la firma de los Acuerdos de París, rubricados en diciembre de 2015, muy poco se avanzó desde entonces.
Así lo reconoció hace pocas horas el presidente de la COP-26, el británico Alok Sharma, cuando dijo que las negociaciones previstas en la reunión del 31 de octubre al 12 de noviembre próximo serán más difíciles que las emprendidas en la capital francesa.
Entonces, señaló, se negoció un acuerdo marco, es decir un conjunto de líneas generales, pero se dejó para más adelante la discusión de las reglas concretas, de los compromisos puntuales de cada cual, y ese momento ha llegado.
Sharma dijo que en este sentido, Glasgow será mucho más complicado que París, porque también el clima de las relaciones internacionales ha cambiado y no precisamente para mejorar.
Durante el gobierno de Donald Trump, Estados Unidos y sus aliados comenzaron una cruzada contra China y Rusia, que la actual administración de Joe Biden ha mantenido y profundizado, por lo que no existe un ambiente de confianza mutua entre los principales emisores de gases contaminantes.
Varias potencias occidentales no son capaces de comprender ni siquiera el elemental principio de que salvar el clima, es también salvar sus negocios, que son su principal, y en ocasiones la única razón que tienen de existir.
En este panorama, mantener el calentamiento por debajo de 1,5 o 2 grados centígrados, aumentar los aportes financieros y fomentar la cooperación internacional parecen metas muy, muy tormentosas.