Crímenes de guerra

por Roberto Morejón

Sin culminar su primera fase de la operación tierra arrasada en el norte, el régimen israelí ordenó a sus efectivos arremeter en el sur de Gaza, presentado inicialmente por Tel Aviv como aparente refugio de civiles.

Pero los hechos han demostrado que con Israel no hay nada seguro porque el fin justifica los medios.

Desde que los gobernantes del Estado hebreo instruyeran bombardear con crudeza el territorio de Gaza, se habían abstenido de extender el procedimiento al sur, ante lo cual centenares de miles de palestinos huyeron con la esperanza de escapar con vida.

Para los que lo abandonaban todo resultaban alarmantes las noticias transmitidas de boca en boca, pues la falta de electricidad y de Internet los sumerge en la incomunicación, herramienta estratégica de los ocupantes.

No por casualidad desde el inicio de las operaciones militares al menos 63 periodistas han muerto, de ellos 50 palestinos, y otros 11 han resultado heridos.

Las informaciones acopiadas son aterradoras. Casi   16 mil personas han muerto, en su mayoría mujeres y niños, y en una tregua de siete días fue poco lo que los civiles acopiaron para tener aseguramientos en su desplazamiento obligado hacia el sur.

Pero ya esa zona no es un lugar convincente como auguró Tel Aviv, cuyos soldados y potente equipamiento militar, respaldados por su gigantesca industria de guerra y Estados Unidos, están en función de arrasar la ciudad de Khan Younis y acosar a mujeres y niños, estos últimos ahora en busca de Rafah, en la frontera con Egipto.

A dos meses del inicio de la guerra, el asentamiento de 2,4 millones de palestinos en Gaza se ha convertido totalmente en un blanco militar, incluyendo hospitales y escuelas, con el argumento de que allí se fortifica el grupo islamista Hamas.

Y si sobre tierra quedan pocos lugares lejos de la violencia de los ocupantes, hacia las profundidades de Gaza también hay amenazas de saturar con agua de mar los túneles donde, según los ocupantes, se atrinchera Hamás.

Suficiente como para que el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, invocara el artículo 99 de la Carta de Naciones Unidas para pedir al Consejo de Seguridad un alto el fuego humanitario inmediato, a lo que se opone rabiosamente Israel.

Todo ello sin que su protector, Estados Unidos, se atreva a amonestar al ultraderechista primer ministro, Benjamín Netanyahu.

En Washington están ocupados en buscar justificaciones para atenuar la ola de repudio a Israel.