Por Roberto Morejón
Nacida en Miami, la representante republicana María Elvira Salazar intenta desesperadamente que crean en su alegada erudición sobre la realidad de Cuba.
En una prueba del fallido propósito, la legisladora de línea rocosa hacia la mayor de las Antillas utilizó una audiencia del Subcomité de Asuntos Exteriores de la Cámara de Representantes para Asuntos del Hemisferio Occidental, a fin de imponer el bulo de que el empresariado privado en la nación caribeña es solo un mito.
La tenaz propulsora del recrudecimiento del bloqueo estadounidense a Cuba quería convencer a sus colegas que los propietarios de las MIPYMES, micro, pequeñas y medianas empresas son, únicamente, apéndices del gobierno.
Pero como evidenciaron algunos de los reunidos con opiniones distintas a las de la airada María Elvira Salazar, a esta última le fue imposible imponer su visión fundamentalista sobre la realidad de un país que desconoce.
En una evidencia de lo que algunos calificaron de manifestación de racismo, Salazar rechazó la participación en el debate de la afroamericana congresista Bárbara Lee, porque, según su visión, ha viajado muchas veces a La Habana.
También irritó a la rígida conductora del debate que el demócrata Sydney Kamlager-Dove la tachara de apelar a lo que calificó de “teoría de la conspiración” y menos que el legislador de similar línea partidista Joaquín Castro elogiara la conducta del expresidente Barack Obama, quien abrió un diálogo con La Habana.
La titular de la discusión mostró disgusto porque Joaquín Castro se inclinara por la retirada de Cuba de la unilateral lista de Washington de patrocinadores del terrorismo.
Como se evidenció, Salazar no pudo imponer su visión peregrina, chispeó racismo y puso de relieve su obcecada distorsión de lo que pasa en Cuba.
Como exponente de la extrema derecha alimentada del discurso de odio hacia el país vecino, la otrora conductora de televisión parece creer que porque pagan impuestos al erario público, los dueños de MIPYMES en Cuba dejan de controlar sus negocios.
Con más de 10 mil de esos emprendimientos, los empresarios antillanos actúan al amparo de leyes locales, aunque la empresa estatal es la prevaleciente.
Si bien las autoridades estudian distorsiones en su andar, las MIPYMES no finalizarán su gestión.
“Por supuesto que somos reales, la idea de que somos un mito no tiene sentido”, dijo un asombrado emprendedor nativo al conocer los extravíos de María Elvira.
Pero esta última no escucha opiniones antagónicas.
