Votación en Estados Unidos. Imagen:elpais

por Guillermo Alvarado

Faltan pocas horas para la apertura de las urnas en Estados Unidos para elegir, entre otros cargos, al futuro presidente luego de una campaña que mostró lo más bajo de la política, en el país que se proclama como “campeón de la democracia y la libertad”.

Durante varios meses los ciudadanos han estado bombardeados por acusaciones mutuas entre el candidato por el partido Republicano, Donald Trump, y la actual vicepresidenta, Kamala Harris, la propuesta de los demócratas para mantener el control de la Casa Blanca.

En realidad los dos contendientes están empatados en todo, en las encuestas, en las descalificaciones mutuas, en sus ofertas totalmente alejadas de las necesidades reales de los millones que viven en la pobreza en la nación más rica del mundo.

Por el lado de Trump, éste hizo gala de un pensamiento fascista muy peligroso y no hay que echar en saco roto su declaración como enemigos del país a quienes tienen ideas progresistas y llegó al colmo de tachar de marxista a Harris, una mujer a todas luces representante del capitalismo al estilo yanqui, ese donde los desposeídos no cuentan.

Quizás una de las actitudes más dañinas del polémico magnate sea su disposición de declararle la guerra a los migrantes y expulsar del país a millones de personas en situación irregular, o en proceso para obtener sus documentos.

En su exaltado discurso de extrema derecha, Trump ni siquiera tiene la capacidad de entender que si vacía a Estados Unidos de los migrantes que allí trabajan, le daría un golpe mortal a la economía nacional.

Respecto a Kamala Harris, que empezó la contienda con un gran impulso y fue perdiendo aire poco a poco, tiene varios frentes que no ha sabido encarar.

Uno de ellos es que se abstuvo de declararse abiertamente por el control  de armas de fuego, que cada año causan allí miles de muertes, quedando atrapada en las redes de la Asociación Nacional del Rifle.

Quizás lo más fuerte para ella es que está perdiendo el voto de la comunidad árabe-estadounidense por el apoyo irrestricto que le está dando el ejecutivo que encabeza Joseph Biden, y del que esa es la segunda al mando, al brutal genocidio que perpetra Israel contra la población Palestina.

Por supuesto que no le hizo ningún favor que en las últimas horas de la campaña, la Casa Blanca haya enviado aviones de combate para “defender” a Tel Aviv, con lo que abrió las puertas a una guerra generalizada en esa zona que traerá consecuencias insospechadas.