Panorama político de Brasil se hace más complejo

Edited by Maite González Martínez
2016-03-30 09:01:20

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Imagen de archivo.

Por: Guillermo Alvarado

La situación de la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, se complicó aún más tras la decisión de su principal socio en el gobierno, el Partido Movimiento Democrático Brasileño, PMDB, de romper la alianza con el ejecutivo, pedir a los miembros de esa agrupación que abandonen los cargos en el gabinete y declararse independiente en el Organismo Legislativo.

El momento es delicado, pues la deserción del PMDB ocurre cuando la derecha más conservadora, apoyada en los grandes medios de comunicación, acelera sus tentativas por llevar adelante un golpe de Estado “suave” con el propósito de sacar del poder al Partido de los Trabajadores e instaurar un régimen neoliberal que ponga fin a los avances de los últimos años.

La medida del impacto sufrido por Dilma la da el hecho de que sus hasta ayer aliados tienen una buena fuerza legislativa, con 69 escaños de los 513 de que consta la Cámara de Diputados, así como 18 de los 81 senadores.

Además de seis ministerios, esa formación política controla 1 041 de las 5 570 alcaldías de la nación y tiene siete gobernadores de los 27 estados del país.

El PMDB ha participado como aliado en casi todos los gobiernos de Brasil después del fin del régimen militar en 1985, lo cual da una idea de su gran variabilidad política y su falta de compromiso con una línea determinada.

De hecho, el sueño de su líder y actual vicepresidente del país, Michel Temer, es convertirse en el sucesor de Dilma si ésta llega a ser destituida.

A pesar de la complejidad del momento, hay analistas que señalan en esta coyuntura una oportunidad para el Partido de los Trabajadores de reorganizar sus fuerzas y recomponer el ejecutivo.

Así opina, por ejemplo, Jaques Wagner, ministro-jefe del gabinete presidencial, quien trató de quitarle gravedad al asunto y señaló que ahora se abre un espacio para negociar con otros aliados y seguir adelante.

Es verdad que desde finales del año pasado se preveía una situación como esta debido a la enorme presión de la derecha opositora que busca su retorno al poder al precio que sea necesario, aún sacrificando a los sectores más vulnerables de la sociedad.

Se trata de una clara muestra de oportunismo político de algunos sectores que intentan aprovechar los problemas económicos de Brasil, acelerados por una adversa coyuntura mundial, sin ver todos los beneficios alcanzados durante los gobiernos de Luis Inacio Lula da Silva y Dilma Rousseff, que en poco más de una década sacaron a más de 20 millones de personas de la pobreza.

No es un caso aislado, pues intentos similares se llevan a cabo en Venezuela, escenario de una feroz guerra económica contra el presidente Nicolás Maduro, así como en Bolivia y Ecuador, ambos en la mira de la derecha regional y extrarregional.

Vienen ahora días decisivos, donde los pueblos no pueden bajar la guardia ni ceder “tantito así” ante la avalancha que sin lugar a ninguna duda tiene su origen en el norte de nuestro continente, donde las palabras independencia y soberanía causan profundo escozor y están quienes fraguan la llamada restauración conservadora, que no es otra cosa que el retorno a la sumisión y el bochorno.



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