Día mundial sin fumar, una exhortación que debe ser atendida por los cubanos

Edited by Maite González Martínez
2016-05-31 16:59:21

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Por: Roberto Morejón

A pesar del sistemático trabajo educativo para disminuir la práctica de fumar en la población, todavía una cifra notable de personas en Cuba tiene el hábito, incluyendo un sector de los adolescentes y jóvenes.

Expertos aludieron a lo que consideran debilidades de las campañas desplegadas y los déficits de las políticas comunicativas de bien público.

Desde 1986, el Ministerio de Salud Pública elaboró el programa para la prevención y el control del tabaquismo con cinco componentes: investigaciones, promoción de salud y prevención del inicio en el consumo.

Además, el programa cubano de impacto ciudadano incluye el fomento de ambientes libres de humo, la creación de servicios de ayuda para la interrupción del tabaquismo y la formulación de un entorno legislativo que favorezca las medidas de control.

En Cuba existen instrumentos legales que regulan o prohíben fumar en lugares públicos, pero no faltan violaciones, como en los ómnibus.

Si bien hasta 2011 se registró una declinación en el consumo, después de 2011 aumentaron los niveles.

Cuba ocupa el quinto lugar en América Latina y el Caribe en cuanto a la extensión del tabaquismo y la mayor proporción la presentan los hombres.

Un grupo de adolescentes y jóvenes se inician en esa rutina de quemar nicotina a pesar del aumento de las políticas de restricción de fumar y de las campañas diseñadas para ello.

El consumo de cigarrillos suele asumirse por los más jóvenes como una “moda”, pues al preguntarles exponen razones de curiosidad, emoción, placer y hasta por seguir el ejemplo de padres y conocidos.

La Encuesta Nacional de Tabaquismo en Jóvenes, entre 13 y 15 años de edad, realizada en Cuba en dos mil diez reveló que 16 por ciento de los jóvenes cubanos fuman dentro de sus casas y el 22,8 en eventos sociales.

Si se les pregunta, muchos de ellos admiten conocer los perjuicios del tabaquismo como, por ejemplo, que unas cuatro mil sustancias tóxicas, de las cuales más de 60 son cancerígenas, se han identificado en la combustión del cigarro.

Sin embargo, se defienden diciendo que su experiencia no tiene que concluir en un desenlace fatal.

No es ocioso remarcar entonces el papel esencial de la familia y la escuela para abundar sobre la nocividad de la adicción.

Argumentos sobran. De las diez primeras causas de muerte en Cuba, ocho tienen una asociación muy fuerte con esa práctica que representa, de hecho, un reto para la población y el Ministerio de Salud Pública.

Es cierto que la incidencia en Cuba del consumo de cigarros y tabacos pudiera considerarse vinculada a un componente histórico-cultural-económico, pero se impone orientar y convencer para amortiguar una estadística sombría: el 14 % de la mortalidad en el país se produce por el rito del humo.



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