En Baraguá se salvó la dignidad del pueblo cubano

Edited by Lorena Viñas Rodríguez
2019-03-14 08:14:46

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Foto: ACN.

Por: Jorge Wejebe Cobo

La Habana, 15 mar (RHC) Muy cerca estaba el General español  Arsenio  Martínez,  a inicios de 1878,  de lograr  la derrota política e ideológica de los patriotas cubanos que sin alcanzar la independencia durante la Guerra de los Diez Años, aceptarían una paz deshonrosa propuesta por España con el llamado Pacto del Zanjón.

El  jefe español fue diestro y hábil en aprovechar la desunión, el cansancio y la traición que imperaban entre los cubanos al cabo de 10 años de contienda bélica.

Al respecto, Máximo Gómez escribió en su diario poco antes del hecho: “Se nota una desmoralización completa y los ánimos todos están sobrecogidos; tanto por las operaciones constantes del enemigo como por la división de los cubanos”.

También Tomás Estrada Palma, presidente de la República en Armas, fue detenido por una delación y su sustituto, Francisco Javier de Céspedes, renunció al cargo y Gómez dimitió como Secretario de la Guerra. La insurrección prácticamente estaba descabezada de sus órganos de dirección y todo era favorable al Pacto del Zanjón.

Era práctica habitual del  mando colonialista no reconocer la estatura militar y política del general Antonio Maceo,  a quien describían como  un “cabecilla mulato iletrado” y  le tocaría a Martínez Campos en su histórica entrevista  con el Titán de Bronce en Mangos de Baraguá, durante  la mañana del 15 de marzo,  comprobar lo equivocado de esas apreciaciones sobre el líder cubano  que echaría por el suelo sus planes de pacificación completa y sin dignidad  de los cubanos.

Para el jefe español, avezado en quebrar voluntades en anteriores entrevistas, todo se reducía a impresionar a su interlocutor, reconocer con palabras altisonantes  su sacrificio, pero sin dejar de calificarlo como inútil y  defender las posibilidades de una paz con España a cambio de  dudosas promesas de reformas y finalmente desplegar el documento con las condiciones del Pacto del Zanjón, listo para que fuera firmado, como esperaba ocurriera en esta ocasión.

Pero Maceo trastocó el guión  y  sin esperar por más formalidades le comunicó  el desacuerdo con el pacto, porque no establecía la independencia de Cuba ni la abolición de la esclavitud.

 — Pero es que ustedes no conocen las bases del convenio del Zanjón, le acotó Martínez Campos.

 — Sí, interrumpió Maceo, y “porque las conocemos es que no estamos de acuerdo con lo pactado en el Zanjón; no creemos que las condiciones allí estipuladas justifiquen la rendición después del rudo batallar por una idea durante diez años y deseo evitarle la molestia de que continúe sus explicaciones porque aquí no se aceptan".

Según testigos del hecho, Martínez Campos se vio desconcertado ante tal actitud que evidentemente no estaba en sus planes y lo único que acordó  en la entrevista fue el reinicio de las hostilidades en un plazo de ocho días para que las tropas pudieran regresar a sus respectivos territorios.

Fue entonces que la tensión se rompió cuando el capitán cubano Fulgencio Duarte exclamó: “¡Muchachos, el 23 se rompe el corojo!”, mientras que Martínez Campos espoleó su caballo y partió a galope del lugar.

Desde ese día el ideario patriótico cubano tendría otra referencia en la manigua irredenta, que pasaría a la historia como La Protesta de Baraguá, de la que diría José Martí años después: “Tengo ante mí la Protesta de Baraguá, que es de lo más glorioso de nuestra historia”.

Las claves  de esa intransigencia ante la traición se encuentran en la  condición del Titán de Bronce, el mulato de cuna humilde que inició la contienda como simple soldado junto a su heroica familia,  y representó  la figura más destacada  emergida en el proceso de radicalización del liderazgo entre las clases populares en la primera guerra de independencia.

Maceo y sus compañeros con su decisión de seguir la lucha y rechazar la componenda del Zanjón, a pesar de las escasas posibilidades  que tenían, salvaron los ideales independentistas y abrieron  una etapa de “tregua fecunda”  para establecer nuevas  formas de conducción superiores de la Revolución, que eliminarían errores del pasado bajo el liderazgo  del Partido Revolucionario Cubano creado por José Martí. (Fuente: ACN)



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