El presidente, Joe Biden, se encuentra en aprieto. (Imagen de archivo/RHC)
Por Alfredo García Almeida*
La guerra en Gaza, está haciendo fracasar la reelección del presidente, Joe Biden. Una reciente encuesta de Gallup, muestra que el mandatario cuenta con una aprobación del 39%.
El estudio revela además, una creciente crisis de credibilidad en el electorado norteamericano: “A diferencia de hace dos años (...) ningún líder hoy en la Casa Blanca, el Congreso o la Corte Suprema, tiene la aprobación mayoritaria de los estadounidenses o está cerca de recibir apoyo bipartidista”, asegura Gallup.
Desde el pasado 12 de diciembre, las diferencias entre el presidente Biden y el primer ministro, Benjamin Netanyahu, sobre la guerra en Gaza, quedaron al descubierto después que el mandatario israelí, reconociera la diferente visión sobre lo que pasará en Gaza una vez terminada la guerra: “Israel no dejará Gaza en manos de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), tal como propone EEUU”, declaró Netanyahu.
Después de estas declaraciones, el presidente Biden afirmó que Israel está “empezando a perder el apoyo de la comunidad internacional, por su bombardeo indiscriminado en la Franja de Gaza”. Seguidamente recomendó “un cambio de rumbo” al Ejecutivo israelí, al que calificó como “el gobierno más conservador en la historia de Israel, que no quiere una solución de dos Estados”. Sin embargo, el apoyo militar y diplomático al genocidio israelí en Gaza, hecho más importante que la retórica, ha roto su forzado equilibrio entre la crítica a Netanyahu y la ayuda concreta a la masacre palestina, en su campaña electoral por la reelección que ya impacta negativamente al electorado demócrata.
El presidente, Biden, daba la impresión de ser un curtido y experimentado especialista en política internacional. Se esperaba de él, no solo una mejora a la caótica Administración que dejó, Donald Trump, sino que sería un gran presidente en política exterior. Sin embargo, durante su vicepresidencia en el gobierno de Obama y su actual mandato, Biden ha demostrado que no es un líder, sino un negociador acercando posiciones encontradas en el Senado norteamericano, que unas veces ganaba y en otras fracasaba.
En el caso de Israel, Biden ha sido notorio durante su trayectoria legislativa, por la lealtad al gobierno israelí, pero también por la reiterada humillación política recibida con amarga resignación, por parte del primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, tanto en el período de vicepresidente como de presidente.
La presidencia de cualquier país, en particular EEUU, es un cargo para un líder no para un burócrata, más en medio de una situación interna y exterior difícil como la que atraviesa la nación norteamericana en estos momentos, lo cual puede provocar circunstancias inesperadas e indeseables.
En los últimos años, las decisiones de Washington de invadir Afganistán e Irak y elegir al ultraderechista, Donald Trump, como presidente, debilitaron el prestigio moral y valores de EEUU, cuestionando su liderazgo en temas mundiales. La guerra en Gaza ha demostrado una vez más, que el gobierno de Estados Unidos ya sea presidente un demócrata o un republicano, tiene una controvertida política en asuntos exteriores y no es el confiable defensor que aparenta ser de la democracia y la libertad.
* periodista, analista internacional colaborador desde Mérida, Yucatán.