La Habana, 10 dic (RHC) Chucho Valdés volverá a colocarse al frente del Festival Internacional Jazz Plaza después de varios años alejado de la organización directa de este evento mayor de la música cubana. «El festival me llevaba mucho tiempo en los asuntos organizativos y me robaba mucho tiempo de mi trabajo artístico. Por eso estuve un tiempo separado.
Ahora vuelvo a la carga con más entusiasmo y con más sueños. Vuelvo porque pienso que es importante seguir impulsando el festival».
El célebre pianista, de 75 años, conversó con Granma vía correo electrónico en una entrevista en la que repasó momentos clave de su carrera y reveló que uno de sus primeros sueños durante su temprana juventud fue contar con un festival como el Jazz Plaza, del cual fue presidente durante 17 años.
—¿Por qué ha hecho de este festival uno de los principales destinos de su vida creativa?
—En los años 60 trabajé con amigos que habían creado el «club cubano de jazz». Tenía 18 años cuando me embullé con ellos. Traían músicos norteamericanos y de otros países y los pagaban con su propio dinero. En esas épocas ni soñábamos con tener un festival de jazz. El primero se hizo en noviembre de 1963 en el teatro Payret, organizado por Miguelito de la Hoz y la UJC y duró solamente un día. Fue mi primera presentación en un Festival de Jazz en Cuba. Toqué junto a Leonardo Acosta (saxo alto), Carlos Emilio Morales (guitarra), Amando Sequeira (bajo), Macho Admiral (batería) y Manolo Armesto (bongó). O sea, soy fundador del festival. En 1980 la Casa de la Cultura vio nacer el Festival de Jazz Plaza, impulsado por Boby Carcassés, Babi Castillo y Rojas. Tener un festival de jazz en Cuba era uno de los sueños más grandes desde mi juventud y realicé todo lo que pude para apoyarlo.
—¿Cómo logró reunir a todos esos grandes músicos que formaron Irakere?
—Mucho antes que existiera Irakere ya en el 63 había formado mi primera banda. En esa banda estaban algunos de los músicos que más tarde formarían parte de Irakere. Veníamos con una raíz común desde el punto de vista del desarrollo musical y juntos hablábamos de cómo romper viejas estructuras dentro de la música bailable y cómo penetrar en las raíces africanas de la música cubana. Todos pensábamos igual. Teníamos también un interés tremendo por el jazz y por fusionar estos elementos. Todo esto hizo que diez años después fundáramos Irakere con un concepto que todos compartíamos. Aunque siempre hay diferencias de opiniones, de que hacer o no hacer en la banda, siempre llegábamos a un acuerdo.
—El pasado año grabó un disco con piezas emblemáticas de Irakere junto a jóvenes músicos cubanos ¿Qué etapa marca este álbum en su carrera?
—Irakere cumplió 40 años en el 2013. Fue por eso que una serie de festivales internacionales hicieron un tributo para celebrarlo. El primero fue el Festival de Jazz de Barcelona —del cual soy el padrino—. Allí se hizo el primer concierto con músicos jóvenes tocando la música de Irakere. De ahí surgieron pedidos de todos los festivales. Esta celebración ha durado tres años. Este disco representó algo muy importante.
Sobre todo confirmar que la música de Irakere tiene tanta o más aceptación que en sus viejos tiempos. Y no solo eso, las partituras, están en todas las universidades de música del mundo.
—¿Cree que el legado de Irakere ocupa el lugar que merece en la música cubana?
—Yo creo que no. En Cuba tenemos el reconocimiento de los jóvenes estudiantes y los músicos, pero no tanto de los medios de comunicación. Sin embargo, internacionalmente Irakere tiene el reconocimiento de las viejas y jóvenes generaciones y de las escuelas de música que estudian ese repertorio como algo importante en su formación.
—¿Cómo recuerda el momento que lo llevó a crear Misa Negra, esa obra de culto en la música universal?
—Cuando era niño y estudiaba música, me le escapé a Bebo (papá) y entré a ver una misa afrocubana y un toque de santo a Changó. Desde entonces, pensé que eso era un tesoro que había que desarrollar por la variedad de cantos y toques africanos. Y cuando tuve la oportunidad motivado por aquello que vi, escribí la Misa Negra, considerada hoy una obra maestra.
—¿Qué significa Cuba para Chucho Valdés?
—Es mi fuente de inspiración y toda mi vida he trabajado sobre las raíces de su música. Es la tierra donde nací y sin la influencia de la cultura cubana no hubiera encontrado mi propia identidad. Por ejemplo, mi motivación ahora es investigar las raíces folclóricas de la música cubana y llevarlas al repertorio sinfónico. El próximo año tengo una serie de presentaciones de este nuevo trabajo afro sinfónico.
—Hay artistas que triunfan con géneros como el reguetón y el público foráneo podría pensar que esa es la música cubana de hoy ¿Qué opina sobre esta situación?
—La música cubana de siempre es el son, pero existen géneros que llegan y pasan, algunos como estrellas fugaces, otros que duran más. En mi opinión, el son es invencible. El reguetón es un género popular que atrapa a muchos jóvenes. Como todo, lo he oído bien y mal hecho. No creo que el reguetón sea la música cubana de hoy. Pienso que es un género de moda y que la música seguirá evolucionando. Mi consejo es mantener las raíces de nuestra música y de nuestra identidad y difundirlas en los medios de comunicación. Las modas pasan y las raíces son eternas.