Aires de Parranda en Remedios

Eldonita de Maydenys Rodríguez
2016-10-14 11:06:20

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imagen ilustrativa

Por: Mauricio Escuela

Si caminamos por el centro histórico de la Villa de San Juan de los Remedios, notaremos un proceder bastante extraño. Durante estos días los vecinos discuten demasiado, se declaran partidarios de San Salvador o El carmen, llevan ropa roja o carmelita, tararean las canciones de un barrio u otro.

Porque estamos en tiempos de Parrandas, las fiestas que desde 1822 dividen la ciudad y la llevan a planos de increíble fabulación popular. San Salvador, con su simbólico gallo y la bandera roja, se posiciona al norte de la plaza Isabel II. El Carmen pinta de carmelita el sur de la ciudad y su gavilán sobrevuela los tejados de la Iglesia Mayor.

Recuerdos de mi niñez son los aires de las parrandas, traen el frío de diciembre y el olor a las naves de trabajo, a engrudo y pintura, a yeso fresco y madera húmeda.

Las obras de arte surgían para brillar durante una madrugada y luego se sumergían en la memoria cinco veces centenaria y olvidadiza de la ciudad.

Estuve primero en la nave de San Salvador, situada al extremo norte de la ciudad. No siempre se le permite a uno acceder, pues los trabajos se hacen en el más absoluto secreto, para evitar que el contrario se entere y tome la iniciativa.

Ese aire frío de parrandas, mezclado con el misterio, mueve las energías de los equipos de artesanos: carpinteros, decoradores, estibadores, electricistas.

A pocas horas de la fiesta aún hay retoques que dar, los tableros de voladores están por doquier, la muchachada ríe y levanta las piezas, una sirena entusiasta suena sin descanso, se oye el repicar de los martillos y los tambores. –Sólo le doy la información indispensable, sin comprometer las sorpresas que tenemos guardadas.

El presidente del barrio habla como si comandase un ejército. –Aquí se trabaja desde octubre –me dice–, pero le aseguro que este año, como el anterior, tenemos la victoria en un bolsillo.

Francisco Reinaldo Gutiérrez, que así se llama, aborda acerca de las dificultades que entraña la realización de las parrandas. El año pasado por ejemplo, los transformadores no soportaron la carga eléctrica y la carroza quedó oscura. –Ese es nuestro talón de Aquiles, aún no llegamos a un acuerdo con la Empresa Eléctrica y tuvimos que comprar bombillas de menor peso energético para alumbrar los trabajos. Por lo demás, resultó eficiente el apoyo del Comité Municipal del Partido, de Cultura y del propio gobierno.

El combustible estuvo a tiempo y el presupuesto, aunque se demoró algo, fue determinante. Hoy estamos culminando nuestro esfuerzo con unas parrandas de calidad y un volumen alto de fuegos artificiales.

Cuando le pregunto sobre la cifra exacta de voladores, se calla y sonríe, pues es el secreto mejor guardado de las fiestas. San Salvador trae una carroza de tema romano, “Calígula”, decorada en azul, blanco, rojo y dorado.

El trabajo de plaza, de ochenta pies de altura por cincuenta de ancho, se llama “El regreso de Tritón” y cuenta con alrededor de doce mil bombillas de colores.

Su realizador, Ignacio Rojas, tardó sólo quince minutos en diseñarlo, aún así los sansarices sueñan con la victoria. –Ellos saben que tienen dura la pelea –contesta José Enrique Jiménez, desde el extremo sur, en la nave de El Carmen.

Los carmelitas quieren revancha, para ello han diseñado un colosal trabajo de plaza de ochenta y ocho pies de altura por sesenta de ancho, “Las aventuras de Pinocho”, basado en el clásico literario del italiano Carlo Collodi.

Por todos lados se ven calidoscopios, muñecos de madera, juegos infantiles. Jiménez explica que su carroza, de tema egipcio, demuestra la maestría de la escuela remediana de decoración y vestuario. –Y el fuego siempre fue el fuerte de nuestro barrio, tradición que este año queremos recuperar.

El rival tiene que cuidarse, porque El Carmen lo que trae es para respetar. Los carmelitas tienen fama de defender su barrio a extremos insospechados. Siempre los distinguió su pericia en la realización de los trabajos de plaza más atrevidos.

Hay una sola cosa que no se le discute a un parrandero: la invencibilidad de su barrio, por eso me callo y dejo que sea la plaza central quien diga la última palabra.

Así será toda la noche y la madrugada, hasta el 25 de diciembre a las diez de la mañana, cuando ambos vecinos se declaren ganadores y recorran las calles entre el olor a pólvora, la alegría y el misterioso aire de siempre. Es el eterno retorno de la tradición.

Tomado de Granma



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