Las muchas vidas del Parque Central de La Habana

Eldonita de Maite González Martínez
2017-06-15 11:57:39

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Fotografía de la estatua de José Martí en el Parque Central de La Habana de 1949 Foto tomada de Habana Radio.

Por: Thays Roque Arce (Cubadebate)

Le faltaba poco al Hotel Manzana Kempinski para madurar del todo cuando sus alrededores comenzaron a cambiar. Hace meses iniciaron las obras de restauración del Parque Central y de la Plazuela de Albear, ambas una prioridad para la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana.

Sendos espacios se encuentran en la frontera silenciosa entre la ciudad vieja y las urbanizaciones que vinieron después; son un bello recordatorio de las murallas que un día estuvieron allí, y desde su construcción, significaron un paseo obligado que conectaba el centro cívico con sus alrededores.

El primer Plan de Obras Públicas concebido por el Marqués de La Torre contempló para 1772 el trazado de la Alameda de Extramuros o de Isabel II, paseo arbolado junto al trayecto de la propia muralla. Poco después se le llamó Nuevo Prado, y durante el gobierno de Miguel de Tacón (1834-1838) se transformó su fisonomía con calles estrechas para los paseos en carruajes y líneas arboladas para peatones.

En las inmediaciones del paseo, y frente a la explanada de salida de la puerta de Moserrate, se inauguró el teatro Tacón, abrió sus puertas el hotel Telégrafo, cobró fama el café y salón “Escauriza”, rebautizado después como “El Louvre”, entre otros establecimientos.

Las tres plazuelas existentes frente a la céntrica puerta de la muralla fueron sustituidas por el Parque Central en 1877, como prolongación del dieciochesco Paseo del Prado que se extendía desde el litoral al Campo de Marte.

En un plano de La Habana y sus alrededores, realizado por el gobierno interventor en 1898, aparece parcelada la zona que luego ocuparon el Parque Central y el de La Fraternidad Americana. Ambos serían hilo conductor de un sistema de espacios libres, y el Parque Central, la nueva puerta entre la Habana Vieja y los nuevos barrios que se fueron conformando.

La demolición de las murallas, que comenzó en 1863, había dejado una gran franja de terreno que pronto fue urbanizada según el trazado del arquitecto Juan Bautista Orduña. El reparto Las Murallas, donde quedó instaurado el Parque Central, representó la modernidad a principios del siglo XX, y devino en el espacio urbano ideal en el cual mostrar el poder político, el ocio, la producción y el comercio.

Como centro cívico fue allí donde se construyó el nuevo edifico de poder: El Capitolio Nacional, sede de la Cámara de Representantes y el Senado. Pero en la segunda mitad del siglo XX sus alrededores y la antigua ciudad comenzaron a deteriorarse, perdiendo la primacía que hasta entonces la había caracterizado.

Las funciones hoteleras y de recreación de sus alrededores se trasladaron a la zona residencial del Vedado, principalmente hacia La Rampa, mientras las administrativas fueron a la recién construida “Plaza Cívica”, hoy Plaza de la Revolución.

Las estatuas del Parque Central

En la primera mitad del siglo XIX se colocó en una de las plazoletas existentes frente a la puerta de tierra de la muralla, la imagen de Isabel II, por la llamada Alameda de Extramuros que tenía su nombre.

La figura de bronce de la reina niña, de metro y medio de largo, luego fue sustituida por otra de la misma soberana, pero ya adulta, que se inauguró el 19 de noviembre de 1857, y fue realizada en mármol de Carrara. A la estatua de Isabel, le siguió en los tiempos de lucha contra la monarquía, la de Cristóbal Colón (1870-1875), que había sido traída a la Isla en 1862 para ser colocada en el patio del palacio de los Capitanes Generales. Esta regresó a su lugar de origen y aún se encuentra en el actual Museo de la Ciudad.

Una vez restituida la monarquía en España, se colocó nuevamente en su lugar a la reina, hasta que fue retirada definitivamente del pedestal en 1899, con el fin de la guerra hispano-cubana. Para los festejos del 20 de mayo de 1902, el alcalde de la ciudad compró al gobierno de Estados Unidos una estatua de calamina fundida que representaba la Libertad, pero esta fue derribada por el ciclón del 10 de octubre de 1903.

Un momento definitorio en la imagen del espacio público lo constituyó la colocación en su centro de la estatua del Apóstol José Martí, a inicios del siglo XX. Desde finales de la centuria anterior el semanario “El Fígaro” había convocado a personalidades de la intelectualidad a una encuesta, y del total de 105 que participaron, a favor de José Martí votaron 16, quedando en un segundo escaño Carlos Manuel de Céspedes, con 13 votos.

La obra se encargó al escultor cubano José Vilalta de Saavedra, ganador del concurso convocado, y que la ejecutó en su estudio en Roma, en mármol blanco de Carrara. Finalmente, fue develada el 24 de febrero de 1905, en ceremonia que encabezaron el propio Máximo Gómez y el entonces presidente Tomás Estrada Palma.

De esta forma, quedó inaugurada la primera estatua dedicada al Héroe Nacional en Cuba. En la base del monumento, a relieve, se detallan figuras alegóricas a los soldados del Ejército Libertador y el escudo de la República.

La restauración comienza donde termina el olvido

Las obras del Capitolio Nacional y del Gran Teatro de La Habana extendieron un aire de renovación sobre la zona que se sintió con fuerza en el área de La Fraternidad, el Paseo del Prado, y la línea imaginaria que une a esos dos puntos rumbo al mar. No solo los espacios de tránsito dan testimonio del esfuerzo de la Oficina del Historiador (OHC) por devolver la función y el esplendor de antaño.

El Colegio de San Pablo, en Prado y Ánimas, fundado por Rafael María de Mendive y donde estudió José Martí de pequeño, es quizás uno de los más hermosos empeños. Y el Capitolio, que vuelve a recibir a la Asamblea Nacional en su interior, avanza con pasos agigantados mientras descubre nuevos recintos que apenas se terminaron para la inauguración oficial del edificio.

Entonces se puede decir que la Oficina del Historiador y sus instituciones no se han cruzado de brazos en el proceso de restauración de la ciudad, que debe ser constante y sostenido; pero a su vez, fiel a la historia de los sitios.

Las labores de intervención del Parque Central se han realizado en varias etapas: en una primera, la empresa de Servicios Comunales, inversionista principal del proyecto, atendió los árboles. Algunos habían crecido de forma desmedida y sus ramas ponían en peligro el alumbrado que erróneamente se distribuyó colgado de lámpara en lámpara. Luego del proceso de poda y tala de algunas especies comenzó a trabajar la Unidad Presupuestada de Inversiones (UPI) que atiende la zona del Paseo del Prado por parte de la OHC.

El grupo comenzó sus tareas en el mes de marzo. Primero, se encargó del destoconado del área junto a la Empresa Forestal y luego detectando los daños que presentaba el lugar, para finalmente restaurar de acuerdo a las características del parque en su última concepción. Así lo explica la ingeniera Mariela Mulet, jefa de inversiones del Paseo del Prado.

“Antes de emprender cualquier obra lo primero que se realiza es un estudio histórico, del cual se encarga la Empresa de Proyectos Restaura, de la OSDE Centro Histórico”, dice mientras muestra un exhaustivo estudio-diagnóstico del Parque, su historia y proyectos transformadores anteriores. Las obras que ha materializado la Empresa Constructora Puerto Carenas con la guía de la UPI se apoyan en un proyecto del arquitecto Eugenio Batista de 1960, cuyo objetivo fue destacar al parque como espacio público trascendental de la ciudad.

Así, donde se ubica la estatua de José Martí, se define una zona central a modo de plaza abierta, teniendo en cuenta el considerable paso de peatones. A ambos lados se destinaron zonas de sombra, con bancos, fuentes y motivos escultóricos, y el diseño de caminos interiores para enlazar cada una de estas zonas.

“Se trabaja en la restauración del Parque según se concibió en el proyecto de Batista, rescatando el pavimentos; los elementos decorativos; el mobiliario que conforman los bancos de mármol; las fuentes, ubicadas cuatro hacia la parte norte – hacia el mar –, y dos hacia la parte sur – cine Payret –”, comenta la especialista.

“De la zona norte, tres de las fuentes tuvieron que rehacerse en su totalidad por el mal estado en que se encontraban, el resto se restauró a sus características originales”, con sus surtidores y brocales de piedras de Jaimanitas, motivos centrales de mármol, y circundadas por rejas provenientes de la Plaza del Vapor – actual parque El Curita –, que se encontraba en proceso de demolición en la segunda mitad del siglo XX. Queda pendiente la sustitución de las bombas hidráulicas, proceso del que se encarga la empresa de Aguas de La Habana.

Durante la remodelación del arquitecto Eugenio Batista se solicitaron al Ministerio de Recuperación de Bienes Malversados y a la artista Rita Longa, en la fecha Presidenta del Museo Nacional de Bellas Artes, objetos con “carácter colonial” para ser incluidos en los jardines del parque, según se especifica en la Memoria Descriptiva del Proyecto de Remodelación del Parque Central. Allí se lista la donación de dos estatuas, dos copas de mármol blanco y once tramos de la baranda de la azotea de la antigua Plaza del Vapor.

Luego de esta restauración capital, la OHC ha logrado recuperar el mobiliario urbano y parte de los elementos ornamentales de los jardines, de los cuales se conservan solo las copas. Las bases de hormigón están a la espera de nuevos elementos para completar el conjunto.

En el proyecto original se proponían bancos de tres tipos: “uno pequeño de mármol; otro de muros de ladrillos revestidos en su asiento, respaldo con mármol, brazos de piedras de Jaimanitas y betún en su base y fondo; y un tercer tipo como el anterior, pero en ángulo”. Los ejemplares con los que contaba aún el parque se intervinieron, y en la ausencia de otros se tuvieron que rehacer en su totalidad. Para completar la decoración urbana, la empresa Cabildo se ha hecho responsable de la confección y la colocación de las papeleras del Parque, y la sustitución de la señalética.

En el proyecto de 1960 se determinó sembrar 28 palmas reales alrededor de la estatua y se completó el arbolado con ocho yagrumas, cuatro flamboyanes rojos y otras especies de interés que se sumaban a los álamos y laureles ya existentes. Del total de palmas solo fue necesario replantar una nueva, y aunque se tuvieron que sustituir las especies perdidas de la cara sur, se logró rescatar el plan de jardinería original de Batista concebido para los canteros y los paseos laterales.

En la intervención de la UPI se respetó el arbolado de grandes dimensiones teniendo en cuenta que no estaba enfermo, y solo en el diseño de la jardinería interior del parque se aplicó el proyecto de Batista para esos espacios. Tal es el caso de los canteros, un elemento decorativo que ya estaba presente en 1909 y que en la década del 60′ se diseñaron al nivel del pavimento existente. De ellos destacan ocho canteros de forma hexagonal revestidos con lajas de mármol, como el pavimento de las franjas, frente a la estatua de Martí por la calle Zulueta. Según Mulet, hacen referencia a los estudiantes de Medicina fusilados por el gobierno español en 1871.

Las especies por las que se sustituyeron son jóvenes porque no se concibe trasladar un árbol adulto cuando esto puede limitar el éxito de la nueva siembra. “Algo similar nos sucedió con las siete palmas reales al frente del Capitolio – precisa la ingeniera Mulet –. Recientemente volvimos a traer nuevos ejemplares, y fue necesario sembrarlas pequeñas, y que pasaran antes por un proceso de moteado y adaptación de 30 días antes de reubicarlas en los canteros”.

“El parque se fue deteriorando poco a poco, la iluminación era muy precaria, gran parte del cableado eléctrico de las farolas estaba totalmente expuesto entre una y otra, pues la instalación eléctrica empotrada estaba dañada”, aclara.

Los pisos sufrieron los estragos de intervenciones anteriores, cuando en la búsqueda de transportar cables eléctricos de un lado a otro, se perforaban indiscriminadamente los paños de terrazo lavado, las franjas de mármol del suelo y los caminos de mármol rojo en bruto, conocido por “Mármol Real Campiña”. Actualmente los trabajadores de Puerto Carenas se encuentran sustituyendo todas las placas dañadas, orientando el cableado soterrado hacia los bordes para preservar el suelo.

Se logró recuperar todo el sistema eléctrico del parque, el interior de los jardines y el de las aceras, gracias a la ejecución de Comunales y a la Empresa Eléctrica, que suministró el cableado y los kit para las luminarias”, explica Mulet, al frente del asesoramiento.

Al artista Lázaro Cordero, herrero del Fondo de Bienes Culturales, se le encargó la restauración de las farolas y la fundición de cinco nuevas que faltaban casi en su totalidad. Cordero ha utilizado las imágenes históricas para reconstruir las piezas ausentes, desde la lámpara, el fuste o el sostén de estas esbeltas luminarias que se levantan del mármol de Carrara.

La investigación histórica de “Restaura” hace referencia a que en el primer trazado del Parque Central en 1877, como prolongación del Paseo del Prado, contó con equipamiento traído desde Nueva York, “por lo que se vio dotado de moderno alumbrado y ornamentación, farolas, bancos y otros elementos para su embellecimiento”. En la Colección Facticia se hace referencia a que el alumbrado público de entonces era un “servicio moderno” al utilizar farolas de arco voltaico, que cuentan eran las “delicias de la época”.

Algunas de las que hoy se restauran fueron instaladas desde entonces, y otras pertenecen a la primera mitad del siglo XX. Lo importante es la variedad de estilos e historias de las piezas, como la que está coronada por la cabeza de un guerrero con casco y penacho de plumas, y que actualmente busca reproducir Cordero en su taller.

Motivado por la inauguración del Gran Teatro de La Habana y la intervención de los jardines del Capitolio, se comenzó a repensar el Paseo del Prado con el diseño de 1926 del paisajista francés Forestier. La OHC retomó un proyecto de la Empresa Eléctrica que concebía conjugar un nuevo sistema de alumbrado público con las palmas reales que lucía en su frente la sede del Parlamento, y conformar así una secuencia de elementos conductores entre el Prado, el Parque Central, el Capitolio y el Parque de la Fraternidad Americana.

Aunque en junio de 2016 la Oficina del Historiador intervino la escultura de 36 toneladas de José Martí para limpiarla, Mariela Mulet confiesa que el Parque Central, en su totalidad, se “había quedado retrasado en su restauración”.

“La intervenciones del Paseo del Prado y La Fraternidad fueron tan exhaustivas o más que esta”, explica la ingeniera refiriéndose a las obras actuales. En sendos espacios “se restauró todo el mobiliario urbano, las farolas, el sistema eléctrico, se emprendió el mantenimiento de la jardinería y la sustitución del arbolado”, todo de conjunto con Comunales.

El mantenimiento, al menos en el caso del Prado, continúa como una responsabilidad de la Oficina según cuenta Mulet. En el caso de La Fraternidad, la ausencia casi total de responsabilidad ciudadana ha atentado contra las obras en más de una ocasión, pero toca también a las instituciones tomar cartas en el asunto.

Una vez culminados los trabajos en el Parque Central, las responsabilidades se distribuyen: la Empresa Eléctrica será la encargada de velar por el alumbrado público, así como Aguas de La Habana estará al tanto de las fuentes, sus cisternas y el sistema de bombeo con el apoyo de especialistas de la OHC; el mantenimiento general lo seguirá llevando Comunales. “Es importante el rescate del oficio perdido del guarda-parques, que tanta falta hace para mantener el orden”, añade Mariela Mulet.

El compromiso conjunto de las instituciones responsables, no solo de este parque, sino de los espacios públicos de la ciudad, es la única garantía de que los esfuerzos hechos hasta el momento no sean en vano.

La intervención por parte de las autoridades correspondientes y la rehabilitación por los especialistas de la Oficina del Historiador ha sido determinante en el rescate de los valores no solo urbanos y ambientales, sino también históricos del Parque Central; pero el compromiso ciudadano con la preservación de la propiedad pública es una fuerza mayor. Así lo merece el Héroe Nacional que lo preside, el legendario parque en su 140 aniversario, y las generaciones futuras que están por venir.



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