Por Martha Ríos

La Habana, 27 (RHC) En 1938, el cubano Marcelo Pogolotti (1902-1988) hizo su última obra pictórica. Fue en París, y la tituló ‘Encuentro de dos épocas’.

Tenía 36 años de edad y su vista ya se tornaba borrosa. Irremediablemente se estaba quedando ciego.

A Pogolotti el universo de las artes plásticas se le abrió desde muy joven.

Estudiaba ingeniería en EE.UU. cuando se percató de que su futuro estaba en los pinceles, y siguiendo los dictados de su vocación cambió el derrotero.

Primero fue el aprendizaje en Nueva York, luego los viajes a Francia, España….

Allá por 1925 volvió a Cuba atraído por sus contemporáneos Eduardo Abela (1889-1965), Amelia Peláez (1896-1968), Víctor Manuel (1897-1969), y Carlos Enríquez (1900-1957), entre otros, quienes como él se opusieron al academicismo.

También fueron tiempos de exposiciones en varias urbes relevantes, como la Ciudad Luz donde se asentó tiempo después.

Lo acompañó entonces la solidez de una carrera en la que abstraccionismo, surrealismo y futurismo se fusionaban junto a una recia personalidad que colocaba en la cima a fábricas y obreros.

Todo lo que Marcelo Pogolotti anhelaba en el arte estaba en sus manos y sus ojos, hasta que éstos comenzaron a apagarse.

Video tomado de Youtube

Nada mejor para esos casos que un puerto seguro. La Habana, su ciudad natal, le abrió nuevamente los brazos.

La familia nunca lo abandonó, tampoco su confianza en la vida, y su vastísima cultura se convirtió en aliada inseparable.

A partir de 1939, la Universidad de La Habana supo entonces de su intelecto por las conferencias que ofrecía allí.

La Literatura ganó un excelente narrador y ensayista cuyas obras se cuentan por decenas; y nosotros recibimos, además, verdaderas lecciones de optimismo.

Pogolotti falleció en la capital cubana, el 25 de agosto de 1988, a los 86 años de edad.