Por: Guadalupe Yaujar Díaz

Contrario a lo que afirman infinidad de textos de historia, todavía hay mucho de la cultura taína en el Caribe insular, fundamentalmente en Puerto Rico, República Dominicana y Cuba, distintivas perlas geográficas de las Antillas Mayores.

La construcción, la medicina, la culinaria, la religión, la música, la toponimia, el lenguaje cotidiano, el deporte…Es difícil que haya una esfera de la vida en esta región en que no esté presente la huella de que aquellos agroalfareros tardíos que conformaban el grupo de mayor desarrollo cultural del Caribe insular al momento de la llegada de los conquistadores españoles en 1492.

Fueron los primeros nativos americanos con que se encontró Cristóbal Colón al arribar a las Bahamas y posteriormente también a Cuba (a la que los ibéricos llamaron inicialmente Juana), Quisqueya (La Española) y Boriquen (Puerto Rico y San Juan Bautista).

Los taínos, haciendo honor a esa denominación (bueno, noble), recibieron a los españoles y los trataron con gran hospitalidad y amabilidad, ofreciéndoles todo lo que tenían.

Su gentileza quedó grabada en un acto simbólico que los propios colonizadores reseñaron en sus diarios y otros escritos: el ofrecimiento que le hicieron del cacao, considerado por aquellos aborígenes como “semilla divina” o “alimento de los dioses”, por las ricas y diversas propiedades alimenticias de ese renglón, que cultivaban en las zonas montañosas de Cuba y otras áreas del Caribe antillano y del norte de Sudamérica.

En Cuba, grupos de descendientes directos de Taínos

 De acuerdo con estudios científicos realizados por expertos cubanos y extranjeros en diferentes momentos, fundamentalmente de las últimas décadas del siglo XX, en las zonas montañosas del oriente cubano, principalmente de la provincia de Guantánamo, existen más de 20 grupos de descendientes de los aborígenes taínos.

Para el visitante conocedor de los rasgos fenotípicos de los aruacos, descritos en las crónicas históricas, no pasarán inadvertidas las características de determinadas poblaciones de Sal Luis del Caney y sus alrededores, en Santiago de Cuba; Jiguaní (provincia de Granma); Baracoa, Imías, San Antonio del Sur y Manuel Tames (Guantánamo), entre otras, principalmente en áreas apartadas y montañosas.

Allí están ellos, resistiendo el paso de los años, con su estatura baja, escasa pilosidad, pelo lacio y muy negro, oblicuidad moderada en los ojos, nariz ancha y piel cobriza, sosteniendo una cultura determinada a vivir, pues no puede fenecer lo que bien arraigado está en las entrañas mismas de una nación como la cubana.

Tal vez la expresión más acabada de la huella humana viviente de la cultura taína en Cuba esté sintetizada en La Caridad de Los Indios, donde el visitante, todavía hoy, será recibido por descendientes directos de taínos, con su cacique al frente.

 La Aldea taína

A cientos de kilómetros al oeste de la región oriental cubana, el Parque Nacional Ciénaga de Zapata, en la homónima Reserva de Biosfera, la creadora cubana Rita Longa (1912-2000) dejó para la posteridad el conjunto escultórico denominado Aldea taína.

La atractiva obra artística está ubicada en la localidad de Guamá, nombre del cacique taíno que enfrentó exitosamente, de 1522 hasta su muerte en 1532, a los colonizadores españoles, quienes nunca pudieron derrotarlo.

En su diseño arquitectónico, el lugar reproduce las viviendas aborígenes cubanas construidas sobre pilotes en las aguas de la Laguna del Tesoro.

Allí, en medio de ese remanso de paz, de aguas que purifican el espíritu, de follaje que traslada al pasado remoto, uno siente un respeto sobrecogedor por la naturaleza.

Y en ese ambiente único, parece como si emergiera de la laguna un tesoro en forma de hombre, con una semilla divina para agradar al visitante y una lanza invicta que sigue marcando la esencia de la nacionalidad cubana.