La leyenda del río Miel

Eldonita de Maria Calvo
2024-04-12 15:10:02

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Río Miel en Baracoa. Imagen: Facebook HostalRioMiel

Al llegar a la ciudad de Baracoa, ya gratamente estimulados por la belleza del paisaje que nos acompaña durante todo el recorrido desde la ciudad de Guantánamo, nos recibe en todo su esplendor, el Río "Miel".

No sé cómo le nombraban los habitantes originarios del lugar, aquellos que un día tiñeron sus riberas con sangre rebelde mezclada con la del invasor, pero sus descendientes le llaman Miel.

El peculiar nombre de este río guarda tras de sí una leyenda de amor que ha llegado hasta nuestros días, tal vez unos 200 años de existencia tenga esta leyenda, nacida a principios del siglo XIX en esta región de sortilegios rica en mitos e historia, en los cuales su naturaleza feraz tiene un protagonismo innegable.

La leyenda del río miel es una de las más bellas transmitidas todavía hoy por los habitantes de la ciudad primada de Cuba.

Los franceses, desde 1791 hasta 1804, por la revolución de Haití, emigraron hacia Baracoa y Santiago de Cuba. El asentamiento de más de 100 familias en la primera villa benefició a la economía y el desarrollo sociocultural de la localidad.

El Capitán General de la Isla por Real Orden, en 1808, determinó que esas familias tenían que salir de Cuba, pues Napoleón Bonaparte, con sus tropas, había invadido España.

Daniela era descendiente de una familia de colonos franceses arribados a la isla luego de la Revolución de Haití. Asentados en la zona de Baracoa.

Cuenta la leyenda que la delicada joven, a la que todos llamaban por el color de sus ojos, Miel, un día bañándose en las riberas del río fue vista por  Alejandro, joven criollo de hermosa estampa de piel trigueña que quedó hechizado con la belleza de Daniela y surgió el amor entre ambos.

La joven y enamorada debía marcharse junto a sus coterráneos. La víspera de su partida, decidió despedirse de su amante. Sin embargo, ambos enamorados comprendieron que no podrían vivir separados y admitieron no soportar la idea de vivir alejados. Entonces, en un gesto desesperado, decidieron huir hacia el monte profundo que los circundaba.

Los amantes huyen, a la ribera del río Miel, y solamente con ellos avanza la luna llena en la quietud de la noche. Sus pasos se confunden con el correr de las aguas serenas del río, que ahora se hacía cómplice de la fuga.

Alejandro y Daniela caminan de noche por un tupido paraje para no ser vistos por posibles persecutores, hasta que llegaron al río.

Los amantes en el río Miel. Imagen:MC

Él la invita a bañarse: lentamente la toma entre sus brazos. Sus besos jadeantes desnudan su frágil cuerpo de quince años. Ella hechizada, temblando, solloza de felicidad.

Amanece y los amantes aún permanecen dentro del río.

Conmovido ante la belleza física y moral de los amantes, dicen que el río llegó a hablarles y prometió que sus aguas tendrían el poder, en lo adelante, de retener o hacer volver, a quienes disfrutaran de sus bondades.

Se cree que los amantes pudieron encontrar la felicidad en aquel ambiente protector.

Desde entonces así se le llama este río y muchos aseguran que quien se bañe en las aguas cristalinas del río Miel, se quedará en Baracoa o al menos regresará siempre que pueda.

Este relato es uno de los preferidos, aunque no el único, de los habitantes de Baracoa, de modo que ha pasado la prueba del tiempo, por suerte para los que visitan ese lugar mágico. (Fuentes: Revista MasCuba, Periódico Victoria, Cubadebate)

 



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