Por: Roberto Morejón
La FAO, Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, lanzó una dramática alerta sobre los retrocesos en América Latina en la lucha contra el hambre, después de algunos avances.
La FAO y la Organización Panamericana de la Salud publicaron el documento “Panorama de la Seguridad Alimentaria y Nutricional en América Latina y el Caribe 2017”.
El informe reveló un aumento del número de personas que padecen hambre en América Latina, un fenómeno extendido en el planeta, donde 816 millones sufren el problema.
En América Latina y el Caribe soportan el flagelo cerca de 43 millones de personas y en siete países más de 15 por ciento de la población está en esa condición.
La FAO destacó que solo 8 naciones alcanzarán la meta de Hambre Cero en 2030: Brasil, Chile, Colombia, Cuba, Jamaica, México, Trinidad Tobago y Uruguay.
No todas las alarmas se concentran en el caso de los individuos que reciben una cantidad de alimentos deficitaria, pues también la FAO destacó el incremento de la obesidad en los niños latinoamericanos, por una dieta errónea.
En este caso influyen varias causas, entre ellas el nivel alto de pobreza que obliga a los padres a proporcionarle a su prole los productos a su alcance, muchas veces con alta concentración de carbohidratos y grasas.
Con las alertas presentadas por el organismo especializado de la ONU quedan atrás los tiempos en que el subcontinente celebraba sus aciertos en la erradicación del hambre.
En 2016 se contabilizaron 2,4 millones de personas más que padecieron hambre en relación con 2015, o sea, 6,6 por ciento más.
“Vamos por mal camino”, dijo el representante regional de la FAO, Julio Berdagué.
Su afirmación es correcta, sobre todo si recordamos que en Nuestra América destacan países por sus amplias potencialidades en la generación de alimentos, como Argentina, donde, por cierto, creció el número de ciudadanos con hambre.
Por esa razón es oportuno cuestionarse por qué los gobiernos defensores de las recetas neoliberales se ocupan más de los espejismos macroeconómicos y NO de reducir la pobreza y la desigualdad y frenar los recortes de gastos públicos.
Sería prudente alertar sobre intentos de desviar la atención del aumento del hambre en América Latina con el sobredimensionamiento de la situación de Venezuela.
Se trata de un país, ciertamente, con dificultades por la guerra económica sufrida, pero que sostiene, contra viento y marea, misiones sociales de gran impacto popular.
El poder mediático a nivel internacional debería exhortar a los políticos que suelen tomar distancia de las causas de los sectores más vulnerables a recapitular sus gestiones, pues las estadísticas de la FAO sobre el hambre son muy serias. FIN