Por María Josefina Arce.

A partir del primero de junio pasado entraron en vigor aranceles a las importaciones de acero y aluminio, decididos por el presidente norteamericano, Donald Trump, y que ha llevado a una guerra comercial de Estados Unidos fundamentalmente con China.

Con el pretexto de que durante años Estados Unidos sufrió tratos comerciales injustos, Trump busca presionar al gigante asiático y otros países para que reduzcan los gravámenes sobre las mercancías norteamericanos, pero la realidad es que tal acción se ha revertido en contra de numerosos productores estadounidenses.

Aunque ha habido ganancias para los productores norteamericanos de acero, los expertos estiman que son más en realidad los perdedores. De acuerdo con el diario USA Today agricultores, fabricantes de barcos y cervecerías artesanales, entre otros, están padeciendo las consecuencias de la decisión del presidente.

Para el economista Mark Zandi, citado por la agencia Prensa Latina, si Trump sigue aprobando nuevas tarifas, fundamentalmente dirigidas a China, y los países afectados toman represalias, se reduciría el crecimiento de la economía estadounidense en 1,6 puntos porcentuales.

La situación recuerda a muchos lo sucedido durante la administración de George W. Bush, cuando los aranceles impuestos en marzo de 2002 por el entonces inquilino de la Casa Blanca a las importaciones de ciertos productos de acero eliminaron 200.000 empleos.

Esa controvertida disposición de Bush causó una pérdida salarial de aproximadamente 4000 millones de dólares entre febrero y noviembre de dicho año, según un informe elaborado por Joseph Francois, director gerente y profesor de economía en el World Trade Institute.

Ahora lo que empezó por el acero y el aluminio se ha ido trasladando a otros productos. En los últimos días Estados Unidos volvió a imponer aranceles sobre productos chinos y el gigante asiático respondió en la misma medida.

Gravámenes del 25% se aplicaron sobre 279 productos chinos, incluidos químicos, motocicletas, velocímetros y antenas. La reacción de Beiying no se hizo esperar y de inmediato fueron multados productos estadounidenses, como algunos químicos y combustible diesel.

De hecho China denunció a Estados Unidos ante la OMC, Organización Mundial del Comercio, ante la nueva escalada tarifaria, que tiene lugar cuando ambas naciones celebran conversaciones sobre el tema.

La realidad es que la guerra comercial entre Estados Unidos y China preocupa a muchas compañías estadounidenses, que han advertido que sus negocios se ven dañados y que no podrán absorber aranceles del 25% sin aumentar los precios en los consumidores nacionales.