Por: Roberto Morejón
La educación superior brasileña es blanco de un ataque festinado del ultraderechista presidente Jair Bolsonaro, quien alude a la aparición de ideas “extrañas” en los recintos universitarios.
Desde la campaña electoral en 2018, el ex legislador de oscura trayectoria valoró ácidamente los movimientos de grupos estudiantiles y profesores que alertaron sobre el peligro de la llegada del fascismo.
Aprovechados de la marginación del candidato más popular, el ex presidente Luiz Inacio Lula Da Silva, las élites económicas y el poder mediático llevaron a Bolsonaro al triunfo en las urnas.
Fue suficiente para que grupos populares y la izquierda advirtieran sobre el riesgo de que el gobierno tratara de “blanquear” la educación, o sea, eliminar los vestigios de ideas avanzadas.
Así fue. Además, el régimen neoliberal liderado por Bolsonaro y el ministro de Economía, Paulo Guedes, recortó 30 por ciento los gastos de la educación superior, ante lo cual estudiantes y docentes protestaron en las calles, y por esa razón se granjearon el calificativo ordinario de “idiotas”, endilgado por Bolsonaro.
La Unión Nacional de Estudiantes condenó lo que calificó de “sesgo privatizador” del programa llamado Future-se, lanzado por el Ministerio de Educación.
No por casualidad, el pasado 15 de mayo más de 200 ciudades de Brasil registraron protestas contra la propuesta gubernamental.
Si bien el proyecto sigue el curso legislativo y los manifestantes creen importante obstaculizar allí su debate, opinan indispensable airear su inconformidad en plazas públicas.
Así lo consideran porque Brasil corre hoy el peligro de que dinamiten la Universidad pública como parte de la persecución ideológica desde el poder.
En efecto, tal y como hace su mentor Donald Trump en Estados Unidos, Bolsonaro parece gobernar solo para sus seguidores.
A la par, hostiga a sus críticos, ya sean la izquierda, sindicatos, indígenas, negros, homosexuales o estudiantes universitarios.
Pero fuerzas políticas, académicos y líderes juveniles insisten en combatir las posiciones ultraconservadoras y en defender la enseñanza pública en Brasil, donde no pocas Universidades federales están valoradas entre las mejores de América Latina.
Un país continental, plural, desigual requiere de una educación estatal robusta con creciente igualdad de oportunidades y poder de actuación en los planes de democratización de la cultura.
Con razón, los críticos de los recortes de gastos en la educación aducen la importancia de las Universidades en la gestión de ciudades.
En el otro bando sobresale el ex militar Bolsonaro defensor de la dictadura y quien cree ver en cada aula el atisbo marxista que odia.