Por: Guillermo Alvarado
Hasta ahora el denominado “ciudadano medio estadounidense” ha mirado con indiferencia, y no falta quién hasta con simpatía, la guerra arancelaria que el presidente de su país, el magnate Donald Trump, mantiene contra China prácticamente desde que tomó el cargo, pero pronto esto va a cambiar.
En 2017 los impuestos promedio que pagaban los productos chinos cuanto entraban al mercado de Estados Unidos eran de 3,1 por ciento, pero en poco más de dos años Trump se las arregló para elevarlos hasta 24,3 puntos, una escalada sin precedente en la historia moderna de las relaciones comerciales.
El gobierno del país asiático, como no podía ser de otra manera, ha tomado medidas correspondientes para proteger sus intereses y hasta ahora todas las conversaciones para resolver este enfrentamiento han fracasado por la tozudez de las autoridades de la Casa Blanca.
Incluso países ajenos al conflicto, como Alemania, han sufrido los efectos de esta guerra arancelaria porque en muchos de sus productos terminados hay una importante cantidad de componentes chinos, que están siendo penalizados por Washington.
Hasta ahora este problema ha gravitado en términos industriales, financieros y de las altas tecnologías y las pérdidas han estado a nivel de gobiernos y de grandes corporaciones, en los niveles de la llamada macro economía.
Desde el primer día de septiembre las cosas han cambiado. En el minuto inicial de ese día comenzó a aplicarse una tasa del 15 por ciento a importaciones desde China por mercancías valoradas en 112 mil millones de dólares, sólo que esta vez no se trata de maquinaria o alta tecnología, sino de bienes de consumo popular de alta demanda.
Por primera vez los ciudadanos de Estados Unidos tendrán que pagar mas por la compra de ropa, calzado, juguetes, relojes, televisores, derivados lácteos y cárnicos.
Esto significa que van a ratificar la mentira que ha mantenido Trump desde que comenzó esta práctica, cuando les dijo a las personas y los empresarios que los costos de los nuevos impuestos los pagaría China, algo que cualquiera con un poco de sentido común o experiencia en los negocios sabe que es falso.
Las tarifas a las importaciones de mercancías chinas no las pagan los chinos, las pagan las empresas estadounidenses que se las compran a ese país.
La argucia de Trump se ha mantenido porque hasta ahora la guerra comercial no había tocado a los consumidores, pero ese tiempo ha terminado.
De hecho, la única manera de evitar que se toque el bolsillo de la gente, es que los empresarios decidan pagar ellos mismos los nuevos costos de las importaciones, algo que dificilmente va a ocurrir en el país donde el valor fundamental son las ganancias, al costo que sea necesario.
Que esto ocurra cuando comienza la carrera por las elecciones de 2020, aumenta la densidad del problema para Trump.