Las causas del estallido chileno

Eldonita de Lorena Viñas Rodríguez
2019-10-24 09:07:19

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Foto: Radio Onda Azul

Por: Guillermo Alvarado

Cuentan que cuando la marcha popular desde París a Versalles del 5 al 6 de octubre de 1789, durante la Revolución Francesa, María Antonieta, esposa de Luis XVI, preguntó qué quería la gente y le dijeron que estaban reclamando por el aumento y la escasez de pan, así como por el hambre que sufrían.

La joven e inexperta reina, quien poco después habría de perder la cabeza en el más literal de los sentidos, dicen que respondió que si no tenían pan, por qué no comían pasteles.

Se discute mucho la veracidad de esta anécdota, pero lo que si es muy cierto y se parece mucho a esta historia, ocurrió hace unos días en Chile y lo protagonizó el ministro de Trabajo y Previsión Social, Nicolás Monckeberg, quien dejó pasar una magnifica oportunidad de mantener la boca cerrada.

Ante las primeras manifestaciones de descontento por el aumento del precio del pasaje en el metro de Santiago de Chile, a este señor se le ocurrió aconsejarle a los trabajadores que si no querían pagar el incremento, se levantaran más temprano para aprovechar las tarifas reducidas de la madrugada.

Parece insólito, pero no lo es. Para los gobernantes chilenos, representantes del más rancio neoliberalismo, la situación del pueblo, sus carencias, derechos y necesidades, les importan y las conocen tan poco, o quizás menos, que para la aristocracia francesa del siglo XVIII.

Otra muestra de ello es que hace unas dos semanas el presidente Sebastián Piñera dijo en un foro internacional que en medio de los conflictos sociales que sacuden la región, Chile se alzaba como una isla de prosperidad.

Pocos días después su isla próspera le reventaba en la cara y entonces cambió el discurso para decir que el país está en guerra contra un enemigo poderoso, pues así considera él a los estudiantes, mujeres y obreros que se mantienen en las calles a pesar de una brutal represión, solo comparable con la ejercida por el régimen dictatorial de Augusto Pinochet.

Unos 18 muertos, de ellos un niño de 4 años, entre dos mil 500 y cuatro mil capturados, cientos de heridos, una cifra no determinada de desaparecidos, estados de excepción y de sitio y, según recientes revelaciones, lugares clandestinos de detención y tortura, es la respuesta de Piñera al reclamo popular.

Solo ahora parece que el presidente chileno se enteró que no son los 30 pesos de aumento al pasaje del metro la causa del levantamiento popular. Es el hambre, la pobreza, las enormes desigualdades, la falta de oportunidades para cientos de miles de jóvenes que sólo pueden estudiar a cambio de endeudarse, a veces para toda la vida, sin ninguna garantía de encontrar un empleo digno.

Encerrados en una especie de Versalles, Piñera y su ejecutivo no conocen, no saben cómo vive la gente y por eso son incapaces de comprender por qué hay tanto descontento, que no basta con pedir perdón para calmarlo. Por si acaso, y si aún tienen tiempo, deberían leer qué fue y cómo terminó para la realeza la Revolución Francesa, que cambió al mundo de entonces.



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