De guerra en guerra

Eldonita de María Candela
2022-05-14 08:50:43

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Por Guillermo Alvarado

“El sonido más persistente que reverbera a lo largo de la historia del hombre es el redoble de los tambores de guerra”.

El polémico intelectual Arthur Koestler, nacido en Hungría y nacionalizado británico, afirmó en una ocasión que “El sonido más persistente que reverbera a lo largo de la historia del hombre es el redoble de los tambores de guerra”, frase que refleja la irracionalidad de los únicos animales “racionales”.

Nos jactamos los humanos de nuestra superioridad en la escala biológica, lo que en ocasiones es así, sobre todo cuando la inteligencia se pone al servicio de la vida y el bienestar de nuestros semejantes, pero no es ese el rostro más frecuente que solemos ofrecer.

De la enorme cantidad de especies que la naturaleza puso sobre este planeta, somos la única que sin razones extremas de sobrevivencia eliminamos sistemáticamente a una parte de nuestros miembros, rompemos el equilibrio ambiental y nos acercamos de manera peligrosa a la extinción.

De hecho, tenemos la tecnología suficiente para que la forma futura de la tierra sea, como dijo el escritor guatemalteco Marco Augusto Quiroa, la de una mancha de humedad, o un hongo atómico suspendido en el espacio.

Estamos en un momento definitorio, porque coincide la extrema fragilidad de las organizaciones creadas para garantizar la vida y la paz, con la desmesura casi patológica de la principal potencia económica y militar.

El sistema de la Organización de las Naciones Unidas es impotente en el objetivo de prevenir o detener los choques entre países y pueblos. Para evitar la guerra en el este de Europa bastaba con hacer caso a las demandas de seguridad de Rusia, ante la expansión de la OTAN hacia sus fronteras.

Pero ya antes la ONU no pudo antes evitar los conflictos de Corea, Vietnam, Irán-Irak, Yugoslavia, Afganistán, dos veces más contra Irak, Libia, Siria y las  intervenciones de Estados Unidos en América Latina y El Caribe, por mencionar nada más que unos pocos casos, porque son más, muchos más.

Al mismo tiempo tenemos a Washington preparando un presupuesto militar para el año próximo de 813 mil millones de dólares, suficientes para erradicar el hambre en el mundo, construir escuelas para los niños del planeta o sufragar los gastos de adaptación al cambio climático.

Con una mínima parte de ese dinero se resolvería el problema de la migración, si se utiliza para generar desarrollo y oportunidades en los países emisores de viajeros indocumentados.

¿Se imaginan cuántos hospitales se pueden construir con 813 mil millones de dólares, cuántas enfermedades erradicadas, cuántos tratamientos novedosos, cuánto sufrimiento ahorrado?

En lugar de eso vamos, como dijo Koestler, de guerra en guerra, de muerte en muerte, de dolor en dolor, así, hasta el final, quizás no tan lejano.



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