Imagen de archivo/RHC
Por Roberto Morejón
La delegación cubana de alto nivel, encabezada por el Jefe de Estado, Miguel Díaz-Canel, presente en Nueva York llevó al mundo la voz de la nación antillana y del Grupo de los 77 y China, del cual La Habana es presidente pro tempore, acerca de asuntos medulares de la difícil coyuntura internacional y la situación interna del archipiélago caribeño.
Calificada justamente de intensa, victoriosa y cálida, la visita puso de relieve el abarcador aprovechamiento de todas las tribunas otorgadas por el período de sesiones 78 de la Asamblea General de la ONU y reuniones paralelas.
El presidente de Cuba habló con claridad de argumentos acerca del espinoso momento por el que atraviesa la mayoría de las naciones del Sur global, atrapadas en las secuelas de la pandemia y en las tensiones geopolíticas y económicas del presente.
Díaz-Canel enfatizó en que los países en desarrollo, mucho de ellos pobres, no piden limosnas ni ruegan favores, sino reclaman derechos y una transformación profunda de la actual arquitectura financiera internacional, profundamente injusta, anacrónica y disfuncional, como él la calificó.
La semana traería nuevos y cálidos encuentros del primer mandatario con sectores de la sociedad estadounidense, hacia la cual Cuba siempre ha reiterado buenos deseos.
Sobresalieron los sostenidos con científicos y promotores del cuidado del medio ambiente y con artistas y activistas, todos tenaces defensores de vínculos con el pueblo de la mayor de las Antillas, a pesar del bloqueo del gobierno de Estados Unidos.
Díaz-Canel sorprendería gratamente a estadounidenses concentrados en calles de Nueva York, al acudir a ellos y agradecerles por reclamar el cese del cerco de la potencia del Norte.
El dignatario no parecía tener descanso e intercambió con trabajadores de la rama de la salud, directivos de instituciones y voluntarios, con quienes evocó lo oportuno que sería, si no existiera el bloqueo, tener una colaboración bilateral.
Por cierto, el Jefe de Estado ofreció durante su permanencia en Nueva York compartir la experiencia cubana en respuestas a la pandemia por la Covid-19, porque -dijo- nos impuso una triste y amarga lección de la que estamos obligados a aprender.
Entre todas las conversaciones del visitante, descolló la seguida con empresarios estadounidenses, a quienes explicó las oportunidades de negocios, y con emigrados, a los que subrayó la aspiración de estimular los vínculos con las nuevas generaciones de connacionales residentes en el exterior.
Como expresó el estadista, con ellos y con los cubanos que habitan el archipiélago, la tarea es lograr un país aún mejor que proteja y refuerce la justicia social.
