El costillar de Rocinante

Eldonita de Martha Ríos
2018-04-23 13:03:32

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Miguel de Cervantes y Saavedra. Foto: Archivo

Por Graziella Pogolotti*

No fue un hombre de éxito. Herido en Lepanto, conoció los padecimientos de los galeotes. De regreso a España, sufrió miseria y alguna incursión en la cárcel.

No alcanzó el favor de los poderosos, que benefició a algunos de sus contemporáneos, también gigantes literarios en aquellos deslumbrantes siglos de oro de la creación peninsular, como sucedió con el pródigo Fénix de los ingenios, el dramaturgo Lope de Vega.

Y, sin embargo, el idioma hablado en la actualidad por millones de habitantes del planeta recibe el apelativo de lengua de Cervantes, porque su criatura mayor, Don Quijote, echó a andar un día sobre el lomo de Rocinante junto a su fiel y rústico escudero Sancho Panza. A través del Atlántico llegó de contrabando a las recién conquistadas tierras de América.

Sorprende la extensa difusión de la obra desde fecha temprana, cuando las embarcaciones se movían impulsadas por velas, sujetas al capricho de los vientos. Cabalgando sobre Rocinante, Don Quijote ha cruzado el espacio y el tiempo.

Novela de aventuras llena de peripecias, parodia de las historias de caballería, mantiene una singular modernidad. Las empresas nacidas de la aparente locura del protagonista inspiran la risa del lector, movido a la vez por una creciente simpatía. Muchos especialistas han observado la progresiva quijotización del escudero Sancho.

En verdad, el rudo y realista aldeano no es contrapartida del hidalgo empobrecido. Uno y otro se complementan, como sueño y conocimiento de la realidad conviven en cada uno de nosotros.

Sobre el paisaje de una España empobrecida, aunque dueña de un extenso imperio donde no se ponía el sol, intolerante con los mozárabes crecidos en ella durante generaciones, sometida a la insolencia de los poderosos, se levanta el perfil justiciero del Quijote.

A su lado, el rudo escudero se convierte en Sancho amigo, capaz de impartir justicia de raigambre humana y popular mientras permanece en la ficticia gobernación de la ínsula Barataria.

A lo largo de la aventura, en diálogo permanente, se entrecruzan el idioma cultivado del hidalgo y el habla refranera de su acompañante. La lengua de Castilla despliega toda su riqueza expresiva.

Por tradición establecida, de año en año, entre el griterío de los niños, depositamos flores y pronunciamos algunas palabras ante la estatua que evoca la memoria de Miguel de Cervantes en el habanero parque de San Juan de Dios. Es el 23 de abril, Día del idioma, ese indispensable medio de comunicación y conocimiento.

Horneado durante siglos, en prolongada cocción de historia y cultura integró fuentes de origen diverso. Sobre la espina dorsal procedente del latín, dejó su huella la presencia secular de los árabes en España. En el cruce del Atlántico hacia la conquista y colonización de América, se hicieron palpables cadencias andaluzas y canarias.

Del lado de acá, el contacto con los pueblos originarios y los migrantes voluntarios o traídos por la fuerza siguió acrecentando el caudal.

Sin renunciar a las esencias del legado recibido, los escritores nacidos en esta parte del planeta pegaron el oído a la tierra. Escucharon voces y melodías. Fijaron en la letra formas renovadoras. Enriquecieron así el poderoso torrente común. A pesar de la pequeñez de la Isla y de su tardía llegada a la independencia, Cuba no estuvo al margen de ese proceso.

Heredia anunció el arribo del Romanticismo con tonalidades, que mucho difería del que habría de desarrollarse en España. Precursor reconocido por Rubén Darío, Martí se situaba en el instante inaugural del Modernismo.

Con su jolongo cargaría el Apóstol a la hora de emprender viaje hacia Playita de Cajobabo y dejar en su diario, impronta del breve tránsito hasta Dos Ríos, uno de los textos más extraordinarios escritos en nuestra lengua. Fiesta innombrable y reconocimiento de lo que somos, la palabra ha seguido haciéndose cuerpo, fijando matices y modulaciones en la obra de nuestros escritores.

Es un tesoro que hemos contribuido a amasar en los trabajos y en los días, en el batallar por la defensa de nuestra soberanía. No podemos permitir que se nos empobrezca en el abandono a la ley del menor esfuerzo, reductora del léxico y la sintaxis en un habla que diluye poco a poco la articulación de las consonantes.

El Día del idioma, homenaje a Cervantes, no puede limitarse a la celebración consuetudinaria de un acto formal. Debe convocar a una reflexión imprescindible.

Demasiado acomodado y apacible para mi gusto, persiste en mi memoria la imagen sedente de Cervantes en el parque San Juan de Dios, sitio que daba nombre al barrio de mi infancia.

Prefiero a su criatura, el andariego hidalgo sobre el costillar de Rocinante, tal y como la evocara el Che en su carta de despedida. Ahí está, en otro lugar de La Habana, el parque del Quijote, porque al hidalgo manchego, adarga en ristre, le queda camino por andar con muchos entuertos por desfacer.

*Destacada intelectual cubana

(Tomado del periódico Juventud Rebelde)



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