El presidente Donald Trump, un criminal de cuello blanco

Eldonita de Pedro Manuel Otero
2018-09-03 09:27:15

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Foto: archivo

Por Eva Golinger

El juicio político del mandatario estadounidense podría pronto ser una realidad. Voy a dejar de lado por un momento uno de los conceptos fundamentales de la Justicia: que todas las personas merecen la presunción de la inocencia. Lo hago, y con todo mi respeto por la ley y el orden como abogada jurada ante la Corte Suprema de los Estados Unidos, porque a veces hay que decir las cosas como son. A veces, la evidencia está a plena vista, tan pública, tan explícita que se hace difícil creerla. Pero esta vez, no hay ninguna duda. Esta vez, es un hecho más claro que el sol.

Donald Trump es un criminal. Uno de esos criminales llamados "de cuello blanco". Aquellos que roban a los pobres, o los explotan, para enriquecerse y, luego, esconden sus riquezas de forma ilegal para evitar su responsabilidad social. Aquellos que viven de la mentira y el fraude para acumular lujos infinitos, solo por hacerlo, sin ningún objetivo noble o meta más allá de hacerse rico. No importa cuántos sufren, no importa cuánto se miente, a cuántos se engaña o cuántas leyes se violan, siempre y cuando la riqueza siga creciendo y siga llenando sus bolsillos.

Estos criminales, estos de "cuello blanco", normalmente no se enfrentan a la Justicia. Por que el 'club de los ricos y poderosos', que incluye a jueces, fiscales, políticos, lobbistas y empresarios de influencia, los protegen. El error de Donald Trump, el cual podría acabar con su estilo de vida dorada, fue buscar la presidencia, y ganarla, aunque sea por razones 'cuestionables'.

Durante décadas, Trump ha evadido sus impuestos, ha escondido sus ingresos multimillonarios, ha lavado dinero a través de sus negocios y se ha declarado en bancarrota al menos seis veces, aprovechándose del sistema financiero en Estados Unidos. Por eso, ha violado una de las normas más básicas de los presidentes y funcionarios electos: hacer pública la información sobre los impuestos que ha pagado (o no ha pagado) durante los últimos años, lo que revelaría sus ingresos, sus deducciones y sus transacciones financieras.

Lo que pasa es que Trump no quiere exponerse públicamente al escarnio de revelar que no ha ganado los miles de millones de dólares que él mismo ha dicho que ha ganado, y tampoco quiere revelar cómo ha evadido las leyes para evitar el pago de impuestos.

El pago de impuestos es un deber y una obligación para todos los ciudadanos, pero sobre todo para los servidores públicos. Los impuestos son los fondos públicos que financian a la nación, al estado, a las instituciones. Es el dinero que mantiene los programas sociales, la infraestructura, la educación pública. Pero a Donald Trump no le importa nada de eso.

Al mandatario estadounidense solo le importa tener dinero para él mismo, no para ayudar a otros. Trump ha mantenido sus empresas al estilo mafioso, pagando y recibiendo sobornos, canalizando dinero y otras formas de financiamiento ilícito de manera ilegal, y sirviéndose de favores y comisiones para generar poder y expandir sus negocios. No tiene el más mínimo respeto por la ley, ni por las instituciones del país, y menos por el pueblo. 

Sus múltiples acciones ilícitas durante los años anteriores a su elección como presidente no incluyen aquellas cuestionables que han sucedido durante su campaña presidencial y su primer año y medio en la presidencia, como sus mentiras patológicas, las fantásticas exageraciones sobre sus logros, su conocimiento de temas, su capacidad 'intelectual', su experiencia, sus políticas y también las posibles perjurios que ha cometido en múltiples ocasiones frente a toda la nación.

Trump también ha divulgado secretos de seguridad nacional de forma irregular a funcionarios extranjeros, ha perseguido a sus críticos públicamente y ha abusado de los poderes presidenciales para promover sus negocios personales (manejados por sus hijos) y su perfil público.

Trump es un hombre de pequeña y cerrada mentalidad, sumamente inseguro y con complejo de inferioridad. Eso lo hace, irónicamente, un narcisista maligno, y un sociópata que no tiene empatía por nada ni por nadie. Solo se interesa por sí mismo y sus propios intereses. Por eso, no le importaba violar la ley todas las veces que sea necesario para llegar al cargo más poderoso del mundo.

En estos días, durante un evento con mineros en el estado pobre de Virginia del Oeste, Trump estaba hablando mal de los 'élites', como suele hacer, y frente a una audiencia de gente pobre, obrera, que lucha por ganar lo suficiente para vivir. Y frente a esa audiencia, el presidente estadounidense comenzó a explicar cómo él tiene más casas y apartamentos lujosos que la supuesta 'élite' y como él tiene más dinero –miles de millones de dólares– y es más poderoso e inteligente que esa 'élite', porque ganó la presidencia y ellos no.

Su audiencia, llena de pobres, obreros (casi todos blancos), lo aplaudía, en una escena totalmente surrealista. Trump se identifica con la gente pobre, y en muchos casos, también resentida, como él, porque a pesar de toda su riqueza financiera y su poder como el presidente de la nación más poderosa del mundo, a pesar de todo eso, el mandatario aún se siente inferior e inseguro. Es solo frente a gente con mucho menos poder y dinero que él, que Trump se siente fuerte.

El mandatario estadounidense sabe que no es un criminal cualquiera. Es uno que logró evadir y engañar las leyes para llegar a donde está. Claro, no se puede olvidar que quienes lo pusieron ahí –que realmente son los multimillonarios, empresarios, ultraconservadores y evangélicos– lo hicieron para promover su propia agenda política y económica. No les importa entregar sus valores y su moral para aguantar las vulgaridades de Trump, mientras puedan avanzar su agenda y llenar sus bolsillos. Pero lo que ha sucedido en los últimos días ha supuesto una pausa en esta relación. Tal vez se hayan dado cuenta de que su luna de miel con el títere de Trump en la presidencia no va a durar mucho más.

Al final, su criminalidad lo va a alcanzar y Trump posiblemente tendría que abandonar la presidencia. Hasta ahora, el establishment republicano –que realmente nunca quiso que Trump fuera presidente– no había volteado en su contra, ya que los votantes del partido seguían a favor de Trump. Y vamos a hablar claro, también Trump ha implementado políticas económicas a favor de los ricos, y el establishment ha estado muy contento con eso.

No obstante, la confesión de quien fue su abogado personal durante una década, Michael Cohen, de ser culpable de múltiples crímenes financieros y otros crímenes que también implican a Trump –incluyendo el soborno a una estrella pornográfica para evitar la publicación de su relación antes de las elecciones presidenciales– y la decisión de un jurado de declarar culpable a su ex jefe de campaña, Paul Manafort, por crímenes financieros, ya están dando una pausa a los republicanos. Porque vienen más acusaciones contra Trump. Van a salir más evidencias a la luz pública de sus actos criminales. Y mientras tanto, cada día se pone más errático, irracional e impulsivo. No es una buena óptica para el supuesto país más 'estable' del mundo.

El juicio político –un impeachment– de Trump podría pronto ser una realidad. De que ha cometido crímenes, no hay duda ninguna. El tema es si quienes tienen en su poder la posibilidad de responsabilizarlo por sus acciones penales, tienen también la valentía para hacerlo. Nadie, nunca, debería estar por encima de la ley.

* Abogada, escritora e investigadora estadounidense-venezolana.

(Tomado de Moncada)

 



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