Los complejos Versos sencillos de José Martí

Eldonita de Martha Ríos
2020-09-19 11:34:43

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Imagen ilustrativa tomada de Uneac

Por Pedro Pablo Rodríguez*

José Martí pasó el caluroso mes de agosto de 1890 lejos de la ciudad de Nueva York, en unas montañas boscosas escasamente habitadas entonces, al norte del estado homónimo.

Seguía así consejos de médicos y amigos, y mientras saboreaba aquella intimidad con la naturaleza, aprovechó ese momento alejado de sus múltiples quehaceres cotidianos para escribir versos.

Allí, en los montes de Catskill, concibió el segundo y último libro de poemas que publicaría meses después: Versos sencillos.

Son cuarenta y seis poemas de métrica octosílaba, con estrofas de cuatro versos con rimas consonantes de primero con tercero y de segundo con cuarto en unos casos, y de primero con cuarto y segundo con tercero en otros.

Las rimas, el ritmo y la musicalidad de las palabras empleadas por el poeta han convertido este cuaderno en un conjunto de fácil aprendizaje y memorización, factores que favorecen su popularidad, por lo cual varios compositores han llevado muchos de estos textos al pentagrama para ser cantados.

Así, buena parte de los Versos sencillos integran la cultura popular en Cuba y en otros lugares de Hispanoamérica.

No hay dudas de que el escritor pretendió y logró justamente lo que nos avisa desde ese título calificador de sencillos: Martí emplea esa palabra de múltiples acepciones en la lengua española en sus significaciones de espontáneo, natural, sin artificios.

Sabemos que él siempre se opuso a la creación literaria pomposa, de oropel, falsa o débil de ideas. Su original y brillante expresión escrita, en la que la imagen desempeña un papel decisivo, estuvo presidida en todo momento por su sentido del servicio en función del bien y del mejoramiento humano.

Y la variedad temática de Versos sencillos es, a mi ver, una de las más logradas muestras del consciente entrelazamiento en la obra escrita martiana de su estética, de su ética, de su filosofía, en fin, de su concepción del mundo y de la vida.

El poema V es, quizás, uno de los mejores exponentes de la voluntad autoral para entregarnos el complejo y profundo alcance de la sencillez de sus versos:

'Si ves un monte de espumas/ Es mi verso lo que ves:/ Mi verso es un monte, y es/ Un abanico de plumas. Mi verso es como un puñal/ Que por el puño echa flor:/ Mi verso es un surtidor/ Que da un agua de coral. Mi verso es de un verde claro/ Y de un carmín encendido:/ Mi verso es un ciervo herido/ Que busca en el monte amparo. Mi verso al valiente agrada:/ Mi verso, breve y sincero,/ Es del vigor del acero/ Con que se funde la espada.'

La entrega y lealtad de su persona a sus principios quedan expresadas, entre otros de los Versos sencillos, en el poema XXIII.

'Yo quiero salir del mundo/ Por la puerta natural:/ En un carro de hojas verdes/ A morir me han de llevar. No me pongan en lo oscuro/ A morir como un traidor/ Yo soy bueno, y como bueno/ Moriré de cara al sol'

Y ese sentido de entrega no se empaña con el odio en quien, como Martí, poco tiempo después de publicado este cuaderno convocaría a una guerra por la independencia cubana, necesaria, pero de amor.

En el poema XXXIX, uno de los más repetidos y donde, por excepción, une los ocho versos en una sola estrofa, nos dice:

'Cultivo una rosa blanca,/ En Julio como en Enero,/ Para el amigo sincero/ Que me da su mano franca./ Y para el cruel que me arranca/ El corazón con que vivo,/ Cardo ni oruga cultivo:/ Cultivo la rosa blanca.'

* Prestigioso investigador cubano. Premio Nacional de Ciencias Sociales y Humanísticas 2009 y Premio Nacional de Investigación Cultural 2017.

(Tomado de Cuba Internacional)



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