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Por Alfredo García Almeida
El sorpresivo ataque de la organización palestina, Hamas, contra Israel el pasado sábado, tiene conmocionada a la opinión pública internacional. Si sorpresa ha causado el inesperado y masivo ataque palestino, mayor sorpresa produce que un sistema tan sofisticado como la Inteligencia israelí, no haya detectado con anticipación los complejos preparativos de la ofensiva de Hamas.
Datos preliminares indican que el ataque palestino, dejó en Israel más de 800 muerto, 2,616 heridos y decenas de prisioneros, según las Fuerzas de Defensa de Israel; mientras los bombardeos israelíes contra Gaza, ocasionaron 560 muertos y 2,900 heridos, indicó el ministerio de Salud de Gaza.
Mientras crecen las opiniones a favor y en contra de ambas partes, no se menciona al Consejo de Seguridad de la ONU, verdadero culpable de la prolongada tragedia por su incapacidad en solucionar los conflictos mediante negociaciones de paz, al priorizar con el chantaje del veto (EEUU, Rusia, Francia, Reino Unido y China) sus intereses geopolíticos, por encima de la seguridad del planeta y el bienestar de la humanidad.
Palestina fue uno de los antiguos territorios otomanos que la Sociedad de las Naciones puso bajo administración británica en 1922, al finalizar la I Guerra Mundial. Desde 1917, Londres había favorecido el establecimiento de un “hogar nacional” para el pueblo judío en Palestina, con la “Declaración de Balfour”. Entre 1922 y 1947, bajo el mandato británico, tuvo lugar en ese territorio la primera ola de inmigración judía a gran escala procedente de Europa Oriental, impulsada por la persecución nazi.
Sin embargo, las reivindicaciones árabes a favor de la independencia y la resistencia a la inmigración judía, sentaron las bases en Palestina para la violencia entre ambas comunidades. En 1947, Londres acudió a las Naciones Unidas, para que resolvieran el conflicto de Palestina. Tras estudiar distintas alternativas, el Consejo de Seguridad de la ONU aprobó la Resolución 181 (II) de 1947, que puso fin al Mandato Británico y dividió el territorio palestino en dos Estados independientes, uno palestino y otro judío; dejando a Jerusalén bajo un régimen internacional. La parte judía aceptó la decisión, pero los Estados árabes la rechazaron, calificándola de “injusta e ilegal”.
En vísperas de la retirada de las fuerzas británicas el 15 de mayo de 1948, Israel declaró su independencia. Al día siguiente, fuerzas militares de Egipto, Jordania, Irak, Siria y el Líbano, invadieron las áreas del sur y el este de Palestina, iniciando la guerra contra Israel, quien resultó vencedor. Entre febrero y julio de 1949, como resultado de acuerdos de armisticio separados entre Israel y cada uno de los Estados árabes agresores, el Ejército israelí ocupó el 77 % del territorio de Palestina bajo el Mandato Británico. El resto del territorio asignado al supuesto Estado árabe, quedó bajo el control de Jordania y Egipto. En Israel, esa guerra se conmemora como la “Guerra de Independencia”.
A partir de entonces con altas y bajas, tanto la violencia entre judíos y palestinos, como las eventuales negociaciones de paz, no han hecho más que profundizar las diferencias políticas y religiosas entre ambas comunidades, sin que el Consejo de Seguridad de la ONU, haya podido imponer su autoridad vinculante de paz para solucionar el prolongado conflicto.
* periodista, analista internacional colaborador desde Mérida, Yucatán.