Manuel Corona, el arte poético de un trovador

Eldonita de Pedro Manuel Otero
2017-01-10 12:42:38

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Por Guadalupe Yaujar Díaz

Manuel Corona, considerado uno de los cinco grandes de la canción trovadoresca cubana, junto con Patricio Ballagas, Sindo Garay, Rosendo Ruiz Suárez y Alberto Villalón, falleció el 9 de enero de 1950, hace 77 años.

Nacido en Caibarién, en el centro de la isla, el 17 de junio de 1880, a los 11 años se mudó junto a su familia a La Habana donde trabajo como tabaquero y con el primer dinero que ganó, siendo un adolescente, se compró una guitarra. Con esta trabajó años después como guitarrista y compositor en una agrupación sonera de los barrios de la capital y participó en la fundación de uno de los primeros sextetos habaneros de son.

De 1900 data su bolero Doble Inconsciencia, que inauguró su producción musical. Dos años más tarde en Santiago de Cuba ocurre su encuentro con José Pepe Sánchez, considerado el padre del bolero y de la canción trovadoresca cubana, quien al escucharlo cantar acompañado de su guitarra le vaticinó: “Tú serás algo notable, Corona”.

De vuelta a la Habana, Corona se incorporó a la bohemia artística de la convulsa capital cubana de principios de siglo. Una urbe en la cual los trovadores, tríos y cuartetos soneros se adueñaron, poco a poco, de los salones de bailes populares y acomodados, en los que el Danzón, era la estrella protagonista. Entre ellos Corona creció componiendo en esos sitios y en 1908 escribió “Mercedes” la canción con que alcanzó la popularidad.

El bardo enriqueció la música popular cubana con el cultivo de otros géneros como la guaracha costumbrista y fue el primer trovador que asimiló el son oriental una vez que el danzón “El bombín de Barreto”, de José Urfé, lo integró a este género como parte final.

Entre 1900 y 1920 realizó su producción más fecunda y variada al cultivar canciones, claves, bambucos, criollas, habaneras, guaracha-son, sones, boleros, rumbas, valses, romanzas, preludios (líricos), plegarias, tangos, blues y cuatro danzones.

En el catálogo musical de Manuel Corona el nombre de mujer fue el trovador de la canción que más canciones le inspiraron; le canto a Graciela, Carmela, Aurora, Alfonsa, y Adriana entre otras muchas, al tiempo que en sus letras exaltaba las virtudes de amigos, niños, médicos, enfermeras. Sus composiciones patrióticas fueron asimismo importantes.

“Santa Cecilia” constituye pieza clásica del cancionero de la isla al tiempo, así como la antológica Longina, una de las canciones más bellas, sublimes y refinada del cancionero cubano, la cual lo lanzó definitivamente a la fama por ser modelo de inspiración trovadoresca.

Corona se inspiró en Longina O’Farril, una bella mujer negra, mientras visitaba la casa de esa grande que es María Teresa Vera, la pieza que convirtió a su autor en una leyenda viva de la música en el país.

Lamentablemente el artista murió en la más extrema pobreza, mientras dormía en la trastienda de un bar. Corona jamás lucró con sus composiciones, y la vida bohemia y la fama no le proporcionaron riquezas. Noctámbulo y rebelde, rechazó cualquier desempeño que representara ataduras a su libre expresión musical o que restringiera su modo de vida.

La Sociedad de Trovadores llevó su cadáver para la sede de esa institución y al día siguiente fue su entierro en el cementerio Colón y la despedida de duelo estuvo a cargo del reconocido músico Gonzalo Roig.

Posteriormente sus cenizas fueron trasladadas al cementerio de su natal Caibarién en donde descansan y se le honra por su contribución al patrimonio cultural musical cubano.

 


 



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