Usain Bolt es humano

Eldonita de Raúl Rodríguez
2017-08-05 17:45:16

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Un escalofrío sacudió el alma del atletismo y los cimientos del estadio Olímpico de Londres con la noche cerrada y el pálpito del planeta dispuesto a aplaudir por última vez a Usain Bolt. Algo parecido al veneno partió en dos la fiesta que se anunciaba.

La despedida del mayor atleta de la historia, del velocista único con un magnetismo sin igual, concluyó con la victoria de su rival acérrimo en todo orden y circunstancia, el apestado Justin Gatlin. El americano, sancionado dos veces por dopaje, castigado ocho años, condenado finalmente a cuatro sin aparecer por las pistas, triunfó en el adiós de Bolt con un marca que no pasará a las hemerotecas (9,92) pero que desmadejó todo la parafernalia que se cernía sobre el caribeño. La peor versión de Bolt (9,95) acabó tercero, también superado por el novato Christian Coleman (9,94). El circunspecto Gatlin, al que ha abroncado el público en Londres y en Río cada vez que lo han presentado, se llevó el dedo al labio en un gesto de rabia. Mandó callar a todos. Hoy el protagonista es él, aunque el mundo quiera lo contrario.

El silencio se hizo entre las 65.000 almas que rindieron reverencia a Bolt con una genuflexión mística. Respeto absoluto para el individuo que con su sonrisa y sus piernas cambió la historia del atletismo, lo sacó de su tendencia al mutismo y la sigilosa ocultación. Nadie se mueve cuando el tótem agacha el torso, descansa su peso sobre las rodillas y las manos extendidas y orienta de 25 a 40 grados la inclinación de los tacos para tomar impulso sobre las pierna de apoyo explayada.

El instante de la salida es un estallido general, una liberación en la que el público corre cada metro con el jamaicano, cada una de sus célebres 41 zancadas desde la raya a los 100 metros. La grada no solo corre, sino que ejecuta cada movimiento con Bolt en una sintonía que sobrepasa el lugar común del rugido. Es un clamor que empuja y conmueve.

Nadie recuerda en ese clima de exaltación que Bolt nació con escoliosis, una curvatura anormal de la columna vertebral. Tiene la pierna derecha 1,3 centímetros más corta que la izquierda. Y que debido a ese esqueleto desestabilizado ha sufrido una amplia gama de lesiones, que le condujeron de médico en médico y de preparador en preparador hasta que encontró su karma en Glen Mills, un veterano entrenador de atletas en Jamaica, y en el doctor del Bayern de Múnich, Hans Muller-Wolhlfahrt.

La grada, sus millones de seguidores por el mundo, prefieren rememorar su prodigiosa trayectoria, el sinfín de adversarios a los que venció y anuló hasta ayer, y siempre respetó. El estandarte de la escuela americana Tyson Gay, el taciturno y sancionado Justin Gatlin, su compañero y amigo Yohan Blake, su entrañable Asafa Powell de la escuela jamaicana o el emergente Andre de Grasse.

Bolt aprendió hace tiempo a soportar la presión frente al riesgo de sentirse abrumado por la emociones, el marketing o la tensión que, a menudo, paraliza a otros deportistas. Su dimensión histórica es apabullante y hasta Londres llegó con la certeza de un curso complejo, en el que había emitido signos de desgaste y fatiga.

Dos horas antes de exponerse a su última fotografía en el 100, Bolt experimentó una sensación desconocida. Perdió. No por un error, como en la salida del Mundial de 2011, sino por el efecto de su declive físico y la aparición de un músculo joven que, como él en los Juegos de Pekín, reclama sitio y mete el codo. Christian Coleman le exigió más que nunca. Venció a Bolt, quien no caía en una semifinal desde el 6 de junio de 2013.

Derrota en semifinales

Hasta en ese matiz lo protegió el estadio que lo encumbró en 2012 en los segundos Juegos de su hegemonía indiscutible. Los tacos de salida lo irritaban, lo indisponían para afrontar su talón de Aquiles de siempre, esa salida lenta para poner en acción el corpachón de 195 centímetros. Y, para inquietud de sus seguidores, el cambio de ritmo y la aceleración (aquellos 2,44 metros por zancada) no crecían lo suficiente para exprimir los 70 metros a 44,7 kilómetros por hora, su cifra récord. Fue el Bolt más vulnerable, la versión más frágil del campeón que asombró a todos, el que traspasó la frontera de la eternidad.

 

Tomado de ABC

 

Foto:Reuters



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