Por: Randy Alonso Falcón.Cubadebate.
El nuevo coronavirus se ha llevado fronteras y vidas, costumbres y empleos; pero no ha logrado arrancar prejuicios y discriminaciones que permanecen más fuertes que los miedos.
La aparición de esta pandemia en una ciudad de China disparó primero los resortes antichinos que afloran en occidente. La retórica imperial trató de imponer los términos de virus o neumonía de Wuhan como nombre de la nueva enfermedad. Discursos, expresiones, memes y conductas apuntaron con saña contra los nacionales del gigante asiático.
Pero la paciencia china rinde frutos, y tras soportar el vendaval despiadado, aquel país ha podido controlar la enfermedad, reabrir Wuhan y brindar ayuda material y experiencias médicas a decenas de países en el mundo.
En Estados Unidos, mientras tanto, negros, latinos y pobres son las víctimas principales de la pandemia. Ellos tienen menos acceso a los seguros médicos y los servicios de salud.
En Chicago, la sexta ciudad más poblada del país, cerca de la mitad de los casi 5 000 contagiados hasta el 5 de abril eran personas de origen afro. Allí habían muerto 1 824 negros, lo que representaba el 72% de las muertes, aunque solo son el 30% de la población en una ciudad de 2,7 millones de habitantes.
“Esas cifras te dejan sin aliento”, dijo la alcaldesa de Chicago Lori Lightfoot, al diario The New York Times.“Es de las cosas más impactantes que creo haber visto como alcaldesa”.
El director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Tedros Adhanom Ghebreyesus, reveló ayer que en los últimos tres meses, periodo durante el cual su entidad ha liderado la lucha global contra el coronavirus, ha recibido amenazas de muertes y ataques de distintos tipos, entre ellos de carácter racista.
“Hace tres meses que recibo ataques personales, algunos racistas y para ser honesto estoy orgulloso de mi color. He recibido incluso amenazas de muerte, pero no me importa en lo absoluto íPor qué me importaría ser atacado si la gente está muriendo, estamos perdiendo vidas cada minuto!”, dijo el funcionario de origen etíope.
Hace unos días, un médico francés suscitó un rechazo abrumador al sugerir despectivamente que el posible tratamiento contra la COVID-19 debería tener a los africanos como campo de experimentación.
Jean Paul Mira, jefe de la unidad de cuidados intensivos de un hospital parisino dijo en una entrevista televisiva: "¿no deberíamos hacer ese estudio en África donde no hay máscaras, tratamiento o cuidados intensivos, un poco como se hace, por cierto, para ciertos estudios de SIDA o con prostitutas?"
En el momento de esa declaración, Francia había reportado casi 10 veces más casos de COVID-19 que toda África junta.
"No tome a los africanos como conejillos de indias humanos! tuiteó ese día la estrella retirada del fútbol marfileño Didier Drogba. "Es absolutamente asqueroso"
La enfermedad principal de los seres humanos y de la sociedad contemporánea sigue siendo la injusticia, que divide a países en poderosos y débiles, que excluye a personas por su color de la piel, nacionalidad, discapacidades; que condena a la muerte en una epidemia a grupos de personas en mayor número que otras.
En estos tiempos de reflexión profunda de la especie humana ante desafíos que laceran su propia existencia, convendría recordar un postulado de la Declaración por la Asamblea General de la ONU en diciembre de 2013, al declarar el Decenio Internacional de los Afrodescendientes: "todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y tienen la capacidad de contribuir de manera constructiva al desarrollo y bienestar de la sociedad, y que todas las doctrinas de superioridad racial son científicamente falsas, moralmente condenables, socialmente injustas y peligrosas y deben rechazarse, al igual que las teorías con que se pretende determinar la existencia de distintas razas humanas"