por Guillermo Alvarado
Con múltiples actividades, protestas y no pocas promesas de esas que casi nunca se cumplen, se conmemoró en el planeta el Día Internacional de los Pueblos Indígenas, instituido en 1995 por la Organización de las Naciones Unidas para atraer la atención sobre estas comunidades que a menudo concentran a los más pobres de entre los pobres.
En 2016 la fecha estuvo dedicada a garantizar el derecho a la educación de estas personas que en varios países constituyen el grueso de los iletrados.
Actualmente se calcula que hay 370 millones de indígenas, que viven en 90 países y representan cinco mil culturas diferentes. Sin embargo, estos pueblos siguen teniendo dificultades para acceder a su derecho a la educación, de una manera apropiada a sus métodos culturales de enseñanza y aprendizaje y con pleno reconocimiento de su diversidad.
En nuestro continente desde la irrupción de los europeos, en 1492 comenzó la tragedia para los habitantes de estas tierras que pronto, en nombre de la ley del más fuerte, se vieron despojados de sus principales riquezas, naturales, culturales y espirituales y convertidos en exiliados dentro de sus propias naciones, donde lo que un día fueron florecientes civilizaciones fueron decrecieron poco a poco hasta convertirse polvo en la memoria y, salvo excepciones, los restos de sus tradiciones son convertidos en espectáculos folclóricos y atractivo para turistas.
Un ejemplo para el hemisferio lo constituye Bolivia, donde el gobierno encabezado por Evo Morales, primer indígena en ocupar ese alto cargo en esa nación, trabaja por devolver la dignidad a las comunidades originarias.
Por eso fue justo el reconocimiento que hizo la ONU a ese país por el cuidado en la protección de la madre tierra y los pasos dados para el pleno ejercicio de los derechos de las comunidades originarias, al recuperar la filosofía del Vivir Bien, es decir en armonía con la naturaleza y sus semejantes.
Similares trabajos se realizan en Venezuela, donde se invierten cuantiosos recursos para garantizar los servicios fundamentales de educación, salud, vivienda y desarrollo de estos pueblos, como sucede también en Ecuador, Nicaragua y El Salvador.
Totalmente diferente es lo que ocurre en países con alta concentración de habitantes indígenas, como México, Guatemala y Honduras, donde están todavía sometidos a condiciones similares a la colonización europea.
Un caso paradigmático fue el asesinato en Honduras de la dirigente Berta Cáceres, una defensora de los pueblos de origen lenca, que son despojados de sus territorios y ríos para beneficio de las transnacionales.
Si bien cada año la ONU llama a los gobiernos a garantizar los derechos de las comunidades originarias, todavía está lejos ese día en el cual pronosticó el Héroe Nacional de Cuba, José Martí, que sólo cuando el indio se levante, América caminará.