Por Osvaldo Rodriguez Martinez
El fracaso de los Tratados de Libre de Comercio (TLC) firmados por Panamá es demostrado por la amplia desventaja entre importaciones y exportaciones con las contrapartes, según cifras de la Contraloría General de la República.
El país mantiene pactos con Estados Unidos, Canadá, Costa Rica, Chile, Taiwán, El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua, Perú, Singapur y México, y con estas economías durante el período de 2011 a 2015 las exportaciones disminuyeron de forma global en 35,2 por ciento, mientras las importaciones crecieron en 13,7, refirió la fuente.
En valores representó para el Istmo reducir los ingresos por ventas al exterior en 153,2 millones de dólares, en tanto las compras fueron erogaciones por 604,3 millones más, por lo que "la balanza comercial de bienes de Panamá se deterioró con respecto a la mayoría de los países con los cuales firmó TLC", aseveró el diario La Estrella.
Con algunas naciones, como Canadá, casi desaparecieron las exportaciones (99,2 por ciento), no así las importaciones que subieron en 34,9 por ciento; otros resultados desfavorables significativos fueron el intercambio con Chile, Taiwán, Estados Unidos, Honduras, Nicaragua y Singapur.
En el período analizado, el comercio fue favorable al Istmo en los intercambios con Guatemala, El Salvador, Perú y México, aunque todos ellos unidos solo significaron 19,1 millones de dólares de ventaja.
Como sucedió en otros países donde los TLC igualmente fueron desfavorables, una de las actividades económicas más perjudicadas fue el sector agropecuario que en los últimos 15 años perdió más de 100 mil hectáreas de producción.El fracaso de los Tratados de Libre de Comercio (TLC) firmados por Panamá es demostrado por la amplia desventaja entre importaciones y exportaciones con las contrapartes, según cifras de la Contraloría General de la República.
"Al hablar de beneficios para el país es importante manifestar que los TLC son instrumentos comerciales que promueven las exportaciones y la competitividad del sector productivo e inciden positivamente en la creación de empleos", afirmó en un artículo Alejandro Ferrer, ministro de Comercio e Industrias (MICI) de 2004 al 2008.
"El hecho de que los productos panameños tengan asegurada la entrada a diversos mercados libres de arancel de importación, estimulará la creación de más empresas exportadoras y la ampliación de las ya existentes y, con ello, de más fuentes de trabajo", pronosticó Ferrer en 2006.
"Finalmente, queremos fijar en la mente de todos los ciudadanos de este país que los TLC son herramientas claves para lograr un mayor desarrollo económico y un mejor nivel de vida para todos los panameños", vaticinó.
Otra opinión optimista la dio el también exministro del MICI, Ricardo Quijano, cuando se puso en vigor el pacto con Estados Unidos en 2012: "con el TLC, la canasta básica va a bajar, ya que muchos productos ingresarán al país libre de impuestos, y se darán inversiones importantes de empresas estadounidenses".
Y los mayores aplausos llegaron desde cierta rama del empresariado local, y tal vez ahí está la esencia de la situación de la que ahora se queja la sociedad panameña.
"Ofrece grandes beneficios al intercambio comercial de nuestro país, al permitir (el ingreso de) una amplia variedad de productos, que sin este acuerdo no estarían accesibles a la población en general", manifestó en 2012 el entonces presidente de la Cámara de Comercio local, Irvin Halman.
En cambio, "el sector agropecuario panameño es relativamente vulnerable, donde las tierras no son tan buenas ni (existe) el nivel tecnológico para competir con Estados Unidos", alertó entonces el economista Juan Jované, sobre los TLC.
"No estamos en igualdad de condiciones porque los productores americanos cuentan con apoyo importante de su gobierno y nosotros tenemos que seguir batallando con las uñas", dijo a periodistas Virgilio Saldaña, de la Asociación de Productores (agropecuarios) de la occidental provincia de Chiriquí.
Recientes batallas entre cosecheros de cebolla y las autoridades, por el exceso de importaciones y las regulaciones de precios solo para la nacional, el vertiginoso aumento del costo de la vida en el país, con particular énfasis en la canasta básica, dieron la razón a quienes veían el peligro de tratados desiguales.
"El lobo y el cordero", fue el título de un artículo que en 2004 alertó en Panamá de los peligros de establecer igualdades de condiciones entre economías dispares y ponía el ejemplo de la agricultura mexicana.
La promesa -señaló el texto- de la presidenta Mireya Moscoso de excluir 16 renglones agrícolas dividió a los perjudicados, y "bajo el lema de sálvese el que pueda, los gremios agropecuarios han intentado negociar por separado su sobrevivencia, bajo el compromiso de ignorar las protestas de los demás sectores sociales", apuntó.
"El TLC, negociado en secreto y a perpetuidad, es un crimen aún mayor que el Tratado del Canal de Panamá de 1903, negociado en iguales condiciones", aseguró el artículo elaborado a nombre de la Alianza Nacional por la Vida.
Eran aquellas las épocas en que el Neoliberalismo fue "la salvación del continente" y sus recetas las aplicaban los gobiernos sin chistar; pero en el Istmo, sindicatos, estudiantes y otros sectores de la sociedad levantaron sus protestas y denuncias contra los tratados.
Hoy las estadísticas oficiales son irrebatibles, y muestra de ello es el contraste entre los bolsillos llenos de las transnacionales y alguna burguesía local, frente a los estómagos vacíos de los que están en las más bajas escalas de la sociedad por su nivel de vida.
(Tomado de PL)