por Guillermo Alvarado
Desde su fundación en 1991 el Mercado Común del Sur, Mercosur, ha sido una pieza clave en el proceso de integración regional en una lógica de soberanía e independencia, libre de la influencia de las grandes potencias económicas occidentales, de manera particular de Estados Unidos y sus tradicionales apetencias sobre nuestras riquezas naturales, humanas y culturales.
A partir de este mecanismo florecieron otros instrumentos al servicio de los pueblos, entre ellos la Unión de Naciones Sudamericanas, Unasur, La comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, Celac, y sin duda alguna ejerció influencia también en las ideas que inspiraron la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América, el ALBA.
El Mercosur resultó una barrera infranqueable para el programa de recolonización denominado Área de Libre Comercio de las Américas, impulsado por el entones presidente de Estados Unidos, George Bush, el padre, y que naufragó definitivamente en la Cumbre de Mar del Plata, ante la posición del jefe de Estado argentino, Nestor Kirchner, y del primar mandatario venezolano, Hugo Chávez.
Suficientes razones para que en los pasillos de la Casa Blanca se gestara la decisión de poner fin a este proyecto, gracias al cual en la última década se multiplicaron por doce los intercambios comerciales de la región y se crearon empleos, se elevaron los ingresos familiares y se consolidaron los derechos sociales de la población.
Tras un cambio en la correlación de fuerzas, luego del ascenso del neoliberal Mauricio Macri en Argentina, el golpe de Estado parlamentario en curso contra Dilma Rousseff en Brasil y la presidencia temporal del derechista Michel Temer, y el entusiasta concurso de Paraguay, sobre todo de su canciller, Eladio Loizaga, se pretende desde Washington asestar un golpe mortal contra el Mercosur, al más puro estilo del Plan Cóndor.
No es ocioso mencionar este programa, que con la coordinación de Estados Unidos provocó en nuestra región en las décadas de los 70 y 80 del siglo pasado más de 50 mil muertos, alrededor de 30 mil desaparecidos y 400 mil presos.
Uno de los funcionarios más activos de este tenebroso plan fue precisamente Loizaga, según denunció la Canciller venezolana, Delcy Rodríguez, y confirmó el diario paraguayo Última Hora. Además de sus actividades en el Plan Cóndor, este personaje fue promotor del XII Congreso Anticomunista Latinoamericano de 1979.
El proyecto es impedir que Venezuela ejerza la presidencia temporal del Mercosur, que le corresponde según los estatutos, y para ello se creó una “triple alianza” entre Paraguay, Brasil y Argentina, dispuestos a seguir las orientaciones que les llegan del norte. La única y honrosa excepción en esta maniobra es Uruguay.
La crisis generada de esta manera podría significar la implosión de este mecanismo integrador y favorecer iniciativas norteamericanas, como el acuerdo transpacífico, con su caudal de privatizaciones y privilegios a las transnacionales, a menos que los pueblos salgan en defensa del Mercosur e impidan que Estados Unidos cometa una nueva felonía, con el apoyo de sus lacayos en el área.
