Por Pedro Manuel Otero Cabañas
Acaba de consumarse en Brasil lo que en el lenguaje político de estos tiempos se conoce con el nombre de golpe de estado blando. Como se esperaba, el Senado votó por la destitución de la presidenta constitucional de Brasil, Dilma Rousseff, en un largo proceso altamente manipulado por los medios y la derecha nacional, que pone fin a 13 años de gobierno progresista del Partido de los Trabajadores en el gigante sudamericano.
Como se conoce ya, 61 senadores votaron en favor del impeachment contra Dilma, mientras que 20 se opusieron.
Es la elección indirecta de un gobierno usurpador, dijo el lunes Rousseff en una dramática presentación ante el Senado en la que aseguró ser víctima de un golpe de Estado.
Rousseff fue acusada de haber violado la Constitución al firmar decretos a espaldas del Congreso y atrasar pagos a la banca pública para financiar planes sociales y asegurar su reelección. La presidenta negó rotundamente los cargos y sostuvo que el juicio fue la herramienta escogida por una confabulación conservadora, liderada por el vicepresidente Michell Temer, para llegar al poder sin pasar por las urnas.
En su última presentación ante el Senado Rousseff, una carismática economista, guerrillera en su juventud, que sufrió torturas en la última dictadura, sucedida entre 1964 y 1985, se mostró segura y sólida en sus argumentos ante el legislativo. Solo unas elecciones directas pueden juzgar a un jefe de Estado, apuntó. Seré yo, aseguró--quien quedará "del lado correcto de la historia".
El golpe contra Rousseff supone también la llegada al poder de un Gobierno conservador al mando de Temer, que reducirá previsiblemente los programas sociales impulsados por el PT. El político católico de 75 años es muy impopular en las calles. Los últimos sondeos le daban solo un 13 % de de aceptación
Además de la crisis institucional, el quinto país más grande del mundo está sumido desde hace meses en una fuerte recesión. El Producto Interno Bruto (PIB) de la primera economía de la región se contraerá en un 3,3 por ciento este año, según las previsiones.
Muchas cosas cambiarán a partir de ahora en Brasil. En primer lugar seguramente dejarán de existir la mayoría de los planes de beneficio popular, como Cero Hambre, educación para el pueblo y otros implementados por los sucesivos gobierno del PT brasileño, cuyo lider, Ignacio Lula Da Silva, ha dicho que irà a la oposición y volverá a rescatar la lucha contra la oligaquía brasileña.
El regreso al pasado de golpes de estado, como ha ocurrido en el Brasil de hoy, que no es el primero del presente siglo 21, se convierte en una clara advertencia de que las oligarquías y las fuerzas más reaccionarias de la derecha global seguirán empeñadas en revertir los procesos populares que se han venido registrando en América Latina en las últimas dos décadas.
Solo la unidad de los pueblos y las fuerzas progresistas podrán revertir esta tendencia.