Por Néstor del Prado*
Insisto en que los recursos minerales pueden quedar guardados bajo tierra por muchos años para decidir el mejor momento de su extracción, en cambio la memoria histórica si no se cultiva se pierde.
Una nación sin memoria histórica es una nación perdida. Y no es que el pasado sea factor decisorio para construir el futuro, pero sí muy importante para tal objetivo. Hay muchas maneras de enseñar la historia y muchas más todavía de aprenderla.
El libro de texto es la manera clásica o más extendida, no hay porqué desecharlo, pero considero que es muy importante complementarlo con otros recursos tales como: la película, la novela, el testimonio, la anécdota, etc. Claro que en estos tiempos un buen libro de texto en soporte electrónico podría contener todos o partes de los recursos complementarios.
La enseñanza de la historia siempre tiene una cuota de intencionalidad política; en algunos casos es notablemente tendenciosa y parcial, tanto en las posiciones contrapuestas sin matiz alguno, como en la ausencia de coloración de las personalidades que se ganaron un lugar destacado en la historia. O lo pintamos totalmente buenos o totalmente malos.
Mi formación universitaria es de la ciencia matemática, en particular en análisis numérico y computación; luego la vida profesional me condujo a la ciencia de la educación, a la ciencia de la dirección y de las tecnologías de la información.
Un excelente profesor de Historia en el preuniversitario me motivó a interesarme por su estudio, posteriormente el destino quiso que fuese dirigente estudiantil universitario, lo que propició que dicho interés aumentara.
A continuación abordaré algunas aristas polémicas sobre esta temática.
Comienzo por la necesidad de indagar en la historia contando con los hechos protagonizados por todos y no por una parte; con los testimonios de los vencedores y de los derrotados, de los preclaros y de los supuestamente confundidos. Esto se hace más difícil cuando los protagonistas están vivos, pero indudablemente habrá más oportunidad de llegar a la verdad histórica.
Cuando los protagonistas no están vivos, entonces hay que acudir a documentos creíbles, con el riesgo de que los historiadores se abroguen el derecho de darle continuidad al pensamiento de los muertos. Casi siempre la historia la hacen los que ya no están y la escriben los que no estuvieron.
Mientras los protagonistas estén vivos, es necesario crear un clima de libertad de expresión, una cultura del debate, para desarrollar un debate culto.
Un aspecto extremadamente polémico es la participación o exclusión en el debate de los hechos históricos, de los que podíamos calificar de traidores, disidentes, oportunistas, de los equivocados, de los arrepentidos, de los resentidos, y otros calificativos de mayor o menor pegada.
Puede suceder que algunos no quieran debatir, es su decisión y debe respetarse, pero qué hacer con los que sí quieran hacerlo. Para mí resulto una lección de vida, los eventos científicos que se han realizado sobre la invasión mercenaria por Girón, con la participación de importantes figuras del gobierno de los EE.UU. y de jefes de brigadas invasoras.
Hubo testimonios de un enorme valor para el esclarecimiento de aquel devenir histórico de 1961.
La segunda arista de gran relevancia es la de escribir la historia de procesos relevantes, en los que resulta indispensable la consulta a documentos clasificados como secretos o limitados.
¿Quién escribirá la historia de la evolución económica de la Revolución? (1959-2015)
Para escribir segmentos notables de esta historia, se hará necesario desclasificar documentos de estado y de gobierno. Solo así los historiadores y los economistas podrán escribir con veracidad esa parte de la historia.
Una tercera arista polémica es la referida a los testimonios y anécdotas de protagonistas de edad avanzada, o no tanto pero con ciertos atisbos de problemas de memoria, sin que llegue a ser un enfermo de Alzhéimer; o inclusive se trate del portador de un cerebro sano.
Un artículo publicado en el 2013 en la BBC, titulado “La mente, una fábrica de recuerdos falsos”, por Melissa Hogenboom, plantea que la memoria humana se adapta y se moldea para ajustarse al mundo, y para ello es capaz de crear falsos recuerdos. Todos creamos recuerdos imaginados.
Los neurocientíficos dicen que muchos de nuestros recuerdos cotidianos están falsamente reconstruidos porque nuestra visión del mundo cambia constantemente.
“Nuestros sistemas preceptivos no pueden notar absolutamente todo de nuestro entorno. Recibimos información a través de todos nuestros sentidos pero hay huecos. Así que cuando recordamos un evento, lo que hace nuestra memoria es rellenar esos huecos con lo que sabemos sobre el mundo”.
Por tanto los testimonios y anécdotas de protagonistas de hechos históricos remotos, hay que tratarlos con suficiente rigor científico.
Teniendo en cuenta que un grupo de antiguos dirigentes de la UJC (entre 60 y 77 años de edad) hemos estado intentando reconstruir una parte de la memoria histórica, me propuse pensar en un algoritmo que minimizara la aparición y aceptación por el grupo de los llamados “falsos recuerdos”.
Realmente tenía aplazada la tarea, pero mi participación en un Taller Académico convocado por el Instituto Cubano de Investigaciones Culturales ICIC Juan Marinello, la catalizó positivamente.
Propongo un sencillo sistema para evaluar la calidad de los testimonios.
Comienzo por decir que el término calidad abarca los siguientes atributos:
Correspondencia con el hecho o proceso histórico
Datos y juicios de valor que aporta
Amplitud y profundidad del testimonio
Veracidad, es decir ausencia de falsos recuerdos
Evidencia documental
Reafirmación o confirmación de otros protagonistas
Utilidad para el esclarecimiento de los hechos
De estos atributos derivamos 10 variables para conformar el modelo de evaluación. Pueden ser más o menos de 10 variables, la herramienta informática se encargará de la estandarización.
A cada variable se le puede dar un mayor peso específico mediante el sistema de ponderación. Propongo que la ponderación sea de 1 de 2 o de 3.
La ponderación debe colegiarse entre los investigadores y participantes.
Una vez aceptada la ponderación para cada variable, se pasa a otorgarle un valor entre 0 y 10. Cero para descalificarla y diez para otorgarle la mayor confianza o respaldo. Empleo el sistema endecadario, para una posible utilización de la llamada matemática borrosa o Fuzzy.
No Variables
1. Confirmación de participación
2. Correspondencia con el hecho
3. Amplitud y profundidad
4. Coherencia
5. Evidencia documental
6. Respaldo de otros protagonistas
7. Exposición pública con otros protagonistas o participantes
8. Respaldo de historiadores especializados
9. Fiabilidad memorística
10. Pertinencia y utilidad del testimonio
Suponemos que el testimoniante no padece de demencia senil ni de otra dolencia mental que lo haga no elegible para testimoniar.
Tengo una herramienta informática que posibilita realizar los cálculos automáticamente.
Se podrían cambiar las variables a criterio de la institución que la aplique.
Como regla utilizo la siguiente tabla para calificar el resultado, pero también podría ser modificada por la institución o grupo científico responsable.
Puntuación en % Calificación Observaciones
Más de 95 Excelente
Entre 90 y 94 Bien
Entre 85 y 89 Aceptable
Entre 80 y 84 Dudosa
Menos de 80 No aceptable
También se podría aplicar la regla que menos de un valor prefijado en alguna variable, implique directamente la calificación de No aceptable.
Hasta aquí una versión resumida del sistema que propongo.
Espero que los foristas interesados en tan importante temática colaboren en la mejora de lo planteado en este artículo.
*Director de formación y difusión del conocimiento de GECYT (Empresa de Gestión del conocimiento y la Tecnología).
(Tomado de Cubadebate)