por María Josefina Arce
La ciencia cubana ha obtenido importantes logros y ocupa un lugar destacado a nivel mundial, sin embargo, mucho más se hubiese podido avanzar en ese campo que beneficie al pueblo cubano en diversos ámbitos de no existir el genocida bloqueo económico, comercial y financiero impuesto hace más de medio siglo por Estados Unidos.
La unilateral medida, condenada año tras año desde 1992 por la Asamblea General de la ONU, limita el funcionamiento de instituciones especializadas para contribuir al desarrollo socio-económico nacional.
A pesar del acercamiento que ha tenido lugar en los últimos meses entre Cuba y Estados Unidos, permanece la prohibición de acceder, en cualquier mercado, a equipos u otros medios para la investigación, que contengan más del 10% de su costo en patentes norteamericanas.
Esto ha obligado en ocasiones a comprar equipos de inferior calidad, pagarlos más caros o a renunciar al suministro de piezas de repuesto y otros servicios postventa.
Para nadie es un secreto que sigue siendo una gran batalla el mantenimiento de las tecnologías médicas en Cuba, lo que se ha logrado por la voluntad del gobierno, de los trabajadores del sector y de la comunidad científica de mantener los notables índices sanitarios que exhibe el país.
La entrega al trabajo y la preparación científica han permitido a la ciencia cubana contrarrestar carencias y dificultades generadas por el bloqueo norteamericano, e incluso marcar pautas en la biotecnología, farmacología, trasplantes y en otros terrenos, por lo general vedados para naciones del Tercer Mundo.
Sin embargo, importantes instituciones ven afectado su trabajo por el cerco económico como es el caso del Centro de Investigaciones de Ecosistemas Costeros, ubicado en la parte central del Archipiélago Sabana-Camagüey, al norte de la provincia de Ciego de Ávila, en Cayo Coco, con un área de 370 kilómetros y que constituye uno de los núcleos principales para el fomento del turismo en Cuba.
Esta institución se ve imposibilitada de adquirir en Estados Unidos equipos para su laboratorio, que sirven para monitorear la dinámica costera, la calidad del agua de mar, de la potable y de sus residuales.
Tampoco ha podido comprar reactivos y medios de cultivo producidos solo en territorio norteamericano, lo cual ha implicado que mil 570 muestras no se han podido analizar en lo que va de año.
El informe cubano sobre la necesidad de poner fin al bloqueo, presentado el pasado lunes en La Habana por el canciller Bruno Rodríguez, menciona igualmente los daños ocasionados a los centros de Investigaciones en Bioalimentos y el de Información y Gestión Tecnológica de las distintas provincias cubanas.
Ninguno de ellos puede acceder a las bases de datos de Estados Unidos en la búsqueda del conocimiento sobre temas relacionados con el cambio climático, gestión de recursos naturales como agua, diversidad y playas, nutrición animal y meteorología.
Igualmente el gobierno de Estados Unidos mantiene la política de impedir u obstaculizar el intercambio científico con Cuba, tanto en materia de publicaciones, como visitas de académicos, expertos y la realización de proyectos de investigación.
La cooperación científica con Cuba sin embargo, también beneficiaría al pueblo norteamericano, porque compartimos muchos problemas como las amenazas a la salud, el medio ambiente y la seguridad.
El bloqueo norteamericano debe cesar, esa es la voluntad de la comunidad internacional expresada cada año en el seno de la Asamblea General de la ONU que lo califica como genocida y obsoleto.