por Guillermo Alvarado
Después de hacer todo lo posible para que fracasara el frágil acuerdo de tregua en Siria, las potencias occidentales tratan ahora con la ayuda de la gran prensa internacional de responsabilizar a Rusia y al gobierno legítimo de Damasco, encabezado por el presidente Bachar Al-Assad, por la violencia en el país levantino.
El 9 de septiembre Moscú y Washington lograron un pacto que incluyó, entre otros puntos, la tregua a partir del día 12, la separación de los grupos opositores armados de las bandas extremistas y la continuación de los combates contra las organizaciones terroristas, como el Estado Islámico y el Frente Fatah Al Sham, antiguo Al Nusra.
El plan fracasó debido a las múltiples violaciones al cese del fuego, entre ellas el ataque de Estados Unidos contra una unidad del ejército gubernamental sirio en Alepo, que causó cerca de 80 muertos y un centenar de heridos, y que fue seguido por una ofensiva de grupos armados en esa región.
Además, un convoy con ayuda humanitaria fue bombardeado al suroeste de Alepo, donde murieron unas 20 personas. Rusia demostró que sus fuerzas no estaban allí en ese momento y que Siria carece de recursos para un ataque de ese tipo, pero que sí se detectó el vuelo de drones estadounidenses en esa zona.
Damasco dio por terminada la tregua debido a las numerosas infracciones de la oposición armada, que recibe sus pertrechos de países occidentales, y allí mismo se desató la parafernalia de voceros, expertos de todo tipo y la gran prensa, que vociferaron todo tipo de acusaciones contra Moscú y Siria.
La nota más alta la dio el jefe de la militarista Organización del Tratado del Atlántico Norte, Jens Stoltenberg, quien dijo la víspera que los ataques contra bandas armadas y terroristas en Alepo son “una flagrante violación al derecho internacional”.
Estas acciones son coordinadas entre los ejércitos ruso y sirio y tienen como objetivo liberar ese territorio de manos de los extremistas. A Stoltenberg sólo le faltó gritar: por favor no maten a mis terroristas.
Para nada mencionó la agresión norteamericana contra militares sirios, ni el ataque contra el convoy humanitario de la ONU.
La gritería la mantiene una legión de “expertos y estudiosos” que encuentran en agencias occidentales de noticias una caja de resonancia para divulgar todo tipo de disparates, como el dicho por un tal Thomas Pierret, de la Universidad de Edimburgo, quien aseguró que Rusia intenta dar a Al-Assad una victoria decisiva y privar a la oposición de lo que considera como su capital. Hasta ahora no sabíamos que las bandas armadas opositoras tenían una capital.
El denominador común de todos estos presuntos especialistas es defender la permanencia de Alepo en manos de los grupos extremistas e impedir que se reintegre este lugar a la soberanía nacional. Es decir, apuestan al desmembramiento de Siria.
En el fondo lo que hay es un esfuerzo de Estados Unidos y sus aliados para evitar que se descubra su verdadero papel en esta guerra y la doble cara que mantiene allí para tratar de reconstruir su maltrecha hegemonía en la región, tras sus sonados fracasos en Iraq y Afganistán.