por Roberto Morejón
Los residentes en la zona más oriental de Cuba vivieron una noche y madrugada de zozobra, pues a pesar de adoptarse medidas de precaución, los vientos e inundaciones costeras asociados al huracán Matthew se hicieron sentir con fortaleza descomunal.
Si bien estaba previsto, no es lo mismo el vaticinio bien argumentado de los meteorólogos que sufrir los embates de un huracán con más de 200 kilómetros por hora, inusual para los habitantes de la oriental provincia de Guantánamo.
Para los televidentes resultó estremecedor el informe de un periodista desde la ciudad de Baracoa que junto a Maisí estuvo entre los territorios más afectados.
El reportero narró que escuchaba las piezas de los techos de inmuebles vecinos volar sobre el recinto donde se hallaba.
Mientras el ruido apenas hacía audible la voz del estoico profesional, muchos televidentes se imaginaban la furia del mar, con olas de una altura similar a la de un edificio de cinco pisos, como expuso el testimoniante.
Se trata de una entre muchas anécdotas relacionadas con la destrucción causada por Matthew.
Sin embargo, después de los peores momentos vinculados al cruce devastador del meteoro se impone recobrarse.
Los cubanos se disponen a hacer un balance de los efectos del huracán Matthew, con la convicción de que el proceso de recuperación se emprenderá con la mayor rapidez posible.
Al disponer de un enfoque de gestión que abarca las fases de prevención, preparativos, respuesta y recuperación y contar con una Defensa Civil bien estructurada, es posible hallar soluciones emergentes para cubrir las más apremiantes necesidades.
Así ha ocurrido hasta hoy durante los agobios causados por el azote de anteriores fenómenos meteorológicos.
Por causa de los ciclones, entre 2001y 2016, Cuba tuvo que lamentar el fallecimiento de más de 40 personas.
Fue así a pesar de que la protección de la vida constituye el primer objetivo desde que los meteorólogos anuncian la amenaza de un nuevo evento.
Quince ciclones cruzaron por Cuba en los últimos 15 años con quebrantos económicos ascendentes a casi 26 mil millones de pesos.
NO obstante, el gobierno supo administrar la economía para que nadie quedara sin techos ni desamparados, sin detener los principales servicios gratuitos de la salud y la educación, a la vez que se reanimaban los planes productivos.
A partir de ahora, tras la noche y madrugada fatídicas asociadas a Matthew, se impone el duro bregar para volver a cubrir techos desnudos, sembrar campos desolados donde crecían varios cultivos, levantar postes y tender cables eléctricos.
El gran esfuerzo estatal para que los recursos lleguen ágilmente a todo el país debe ser coronado con el ahínco, la transparencia y la organización exquisita de los que perseveran en la recuperación.