Renace el aliento de la Paz en Colombia

Editado por Maria Calvo
2016-10-11 10:31:17

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por Guillermo Alvarado

Tras el sorprendente resultado del plebiscito del 2 de octubre, cuando se impuso el No a la validación de los acuerdos de paz entre el gobierno y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo, FARC-EP, el anhelo de paz en esa nación sudamericana cobró un nuevo aliento después del anuncio del inicio de negociaciones entre el ejecutivo y el Ejército Nacional de Liberación, ELN, otra organización rebelde que opera en el país.

Las conversaciones comenzarán el 26 de octubre en Quito, capital de Ecuador, lo que constituye un nuevo paso hacia el fin del enfrentamiento armado en esa nación y el inicio de la construcción de la paz y la concordia, a pesar de las fuerzas que optan por la continuación de la guerra, de la que sin duda obtienen jugosos beneficios.

El anuncio se hizo cuando los principales adversarios de una solución negociada al conflicto más antiguo del continente pensaron que el resultado del plebiscito es una patente de corso, que les permite imponer condiciones leoninas y rebajar la sustancia del pacto negociado en La Habana, Cuba, y firmado en Cartagena de Indias.

Una muestra de ello es el antojadizo comunicado del expresidente Álvaro Uribe, considerado el padre del paramilitarismo, quien pidió sin más ni más penas de cárcel para los dirigentes de las FARC-EP y cuestionó el sistema de Justicia Transicional acordado entre el ejecutivo y los insurgentes con el propósito de juzgar y condenar los delitos graves cometidos por ambas partes durante el enfrentamiento.

El anuncio de las negociaciones entre el gobierno del presidente Juan Manuel Santos y el ELN es un aliciente, que llegó luego de que el Comité Noruego decidió entregarle al jefe de Estado colombiano el Premio Nobel de la Paz, algo que todo el mundo saludó como un impulso al proceso, y no como un lauro a algo ya conseguido.

Los académicos noruegos, que ya nos tienen acostumbrados a sus dislates después que le entregaron ese galardón a Barack Obama sólo porque fue elegido como presidente de Estados Unidos, optaron por ignorar que un conflicto ocurre entre dos rivales, y que la paz es también el resultados de dos voluntades, jamás de una sola.

Consideramos, sin embargo, que ese Nobel de la Paz debe ser un instrumento más para garantizar el futuro de todos los colombianos y que el presidente Santos tendrá en algún momento la humildad de reconocer que tanto las FARC-EP, como los países que se esforzaron por alcanzar ese acuerdo, entre ellos Cuba y la misma Noruega, se lo merecen tanto como él.

Ya fue una buena señal que decidiera entregar la parte monetaria del Premio a víctimas del conflicto armado que necesitan ser compensadas y deseamos que esa medida se lleve a la práctica con equidad y buena voluntad.

Ojalá que las conversaciones con el ELN naveguen por aguas menos turbulentas y que, una vez finalizada esa etapa, se pueda entrar a otra no menos aguda y complicada, como lo es el cierre de las bases militares que Estados Unidos tiene en Colombia y que constituyen una amenaza, no sólo para la patria de Jorge Eliécer Gaitán y Gabriel García Márquez, sino que para toda nuestra región. Solo entonces ese Nobel de la Paz tendrá todo el fulgor que merece.



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