por Roberto Morejón
El ex primer ministro portugués Antonio Guterres se alista para asumir como próximo secretario general de la ONU el primero de enero de 2017, después de ser nombrado por la Asamblea General, en un proceso apoyado por la comunidad internacional.
En un hecho inusual en un organismo donde resaltan puntos de vista antagónicos, llamó la atención que los 193 Estados miembros aprobaron por aclamación el nombramiento de Guterres, propuesto con anterioridad por el Consejo de Seguridad.
En ese último órgano sí se pusieron de manifiesto las divergencias al valorar un total de 13 aspirantes.
Allí se abordaron las esperanzas de los países del este de Europa y de las mujeres a nivel mundial de tener a un representante en la silla del secretario general de la ONU, siempre ocupada por hombres.
Al final emergió Guterres, un político socialdemócrata de 67 años, elogiado por sus habilidades diplomáticas, puestas a prueba, entre otras oportunidades, en 1999 en Timor Este, donde se desató una crisis tras un referendo para declararse independiente de Indonesia.
Fue Guterres quien encabezó los esfuerzos de la ONU para restaurar la paz.
A esas destrezas tendrá que apelar el venidero secretario general de la ONU en un mundo plagado de controversias y disputas entre el Sur empobrecido y el Norte industrializado, guerras, pobreza endémica, desigualdades sociales y efectos del cambio climático.
Guterres recibe el máximo organismo planetario cuando las visiones sobre la vigencia de los derechos humanos son selectivas en el caso de los ricos, quienes asumen como único patrón político válido el imperante en Estados Unidos.
A propósito de tantas contradicciones, el espacio donde vive la Humanidad es inseguro y no por casualidad el propio Antonio Guterres destacó en sus primeras declaraciones al conocer de su nombramiento que la paz es la gran ausente del mundo actual.
El sucesor de Ban Ki Moon sabe que enfrentará desafíos sin precedentes como las crisis en Siria, donde fuerzas externas apoyan impúdicamente a los terroristas, y en la península coreana, con la asignatura pendiente de la desnuclearización general y el cese de la presencia extranjera.
Otro asunto candente a atender por el próximo titular de la ONU será el de los refugiados que por oleadas llegan a naciones opulentas como las europeas, donde a su vez erigen muros para frenarlos y son reacios a analizar el origen del fenómeno.
Al avezado político portugués también le aguarda la atención de viejas demandas para la democratización de la ONU, ante el inaceptable monopolio de 5 Estados del poder de veto y la poca representatividad del Consejo de Seguridad.
Sin asumir aun el mandato, Antonio Guterres comienza a rodearse de incontables expectativas, tal vez demasiadas.