por Guillermo Alvarado
Aunque acostumbrados al circo que representan a cada cuatro años las elecciones presidenciales en Estados Unidos, la realidad es que nadie se esperaba un espectáculo tan grotesco y disparatado como el que tiene lugar en ese país cuando faltan apenas cinco días para la cita con las urnas.
Los ciudadanos que acudirán a sufragar el próximo martes tendrán la curiosa misión de escoger, no al mejor candidato, ni al mejor programa de gobierno, sino al que les parezca menos malo entre dos personajes que no despiertan ni el entusiasmo, ni la confianza de la población.
Hillary Clinton, por el partido Demócrata, y Donald Trump, por el republicano, han ofrecido una ejemplarizante lección de lo que en realidad en la nación norteña significan la democracia, la verdad, los valores, la ética y eso que muchos ya dudan en calificar como “alta política”.
En lugar de presentar un programa viable para la nación, y para el mundo, habida cuenta de que se trata de la principal potencia económica, nuclear y militar de nuestros días, los dos aspirantes a la Casa Blanca se enzarzaron en una pelea de bajo nivel, donde proliferaron las acusaciones más rupestres, los chismes y los golpes de todo tipo para descalificar al rival, no para demostrar cualidades personales o de equipo.
Los altibajos de este singular combate se reflejan en las encuestas, según las cuales no hay nada definido aún, y cualquier cosa podría pasar en los días venideros.
Tan volátil es el ambiente que hace una semana el sendero parecía abierto para la señora Clinton, con una apreciable ventaja sobre Trump, pero una intervención pública del director del Buró Federal de Investigaciones, el FBI, acerca de los correos electrónicos que la ex primera dama habría enviado por medio de servidores privados cuando era secretaria de Estado, parece cambiar los papeles.
No hay ninguna acusación directa, ni siquiera se sabe si esos mensajes existen en la computadora que se va a investigar, todo son indicios o insinuaciones, pero las encuestas a favor de la candidata demócrata se derrumbaron.
Y es que la credibilidad de los dos candidatos está por los suelos y basta un rumor para desestabilizar las preferencias de los votantes, como ha venido ocurriendo a lo largo de la ya larga y cara contienda.
Los modelos más serios de pronósticos, como los elaborados por Real Clear Politcs, Five Thrity Eight o The Upshot del New York Times, afirman que Clinton sigue adelante en las posibilidades de triunfo, pero Trump se está acercando, es decir, la lucha se está cerrando.
Esto quiere decir que no se puede descartar por completo una victoria del republicano, lo que puede tener graves implicaciones internas e internacionales porque este magnate es una incógnita o, más bien, la suma de muchas incógnitas.
Quedan pocos días de espectáculo y el martes por la noche, o el miércoles quizás, porque también el conteo puede complicarse, sabremos quien ganó y será entonces tiempo de analizar lo que espera a ese país, y a todos los demás.