Por Arnaldo Musa
Pese a no contar con el abierto apoyo del establishment, parte de la dirigencia de su Partido Republicano y los medios masivos de información, Donald Trump le bastó el apoyo a sus cuestionados puntos de vista por la derecha blanca, antiinmigrante, machista y un amplio número de desencantados de la clase media y grupos vulnerables, de cualquier raza, para arrebatarle a la favorita del sistema, la demócrata Hillary Clinton, la victoria en las elecciones a la Presidencia de Estados Unidos.
"No vamos a hacer mucho hincapié acerca de lo que auguró", dijo y desdijo en el curso de la millonaria campaña, porque muchas cuestiones se abordan para ganar determinados votos en determinados lugares donde se complace a los oyentes.
La realidad muestra que cuando asuma encontrará un mundo apocalíptico casi armagedonístico en lo interno y externo, sin contar con una “labia” tan inteligente como la de Barack Obama quien no pudo o no le dejaron hacer mucho por lo cual tendrá que enfrentar viejos y nuevos problemas, algunos que resurgen con más fuerza, cuando se pensaba que irían desapareciendo o, creo más acertado, disminuyendo.
Independientemente de lo que se haya asumido en el curso de la campaña, en que ambos contendientes no brillaron, debido a un estilo soez y eludir problemas clave, tendrá ante sí un mundo de mayor discriminación racial, que afecta sobremanera a negros, latinos y aborígenes.
La llegada del primer Presidente afronorteamericano a la Casablanca, en vez de disminuir el problema racial, lo acrecentó, por lo que Obama deja frustración en ese y otros aspectos en los que no contó con el apoyo de quienes le permitieron aspirar y respetar el apoyo mayoritario para llegar a tan alta investidura.
En los últimos años de su mandato se produjo un aumento de asesinatos de la población negra a manos de la policía blanca y algunos que otros afrodescendientes, sino también de exacerbados miembros de un Ku Klux Klan que renace y otros elementos fascistoides, todo en un ambiente de impunidad o de la no aplicación de las leyes de castigo correspondientes.
La tenencia de armas por miedo o para ejercerla inescrupulosamente es cada vez mayor, amparada en un legislativo que impide dañar las ganancias de sus beneficiaros.
Se han mantenido bajos, virtualmente congelados, los salarios de los trabajadores, no de sus patrones, mientras se les quintuplica a quienes más tienen, lo cual coadyuva al aumento de la enorme brecha entre el 1% de la multimillonaria población y el restante 99%.
Hay más de trece millones y medio de personas en plena miseria, entre los 47 millones de pobres, y un número mayor en el umbral de la pobreza, sin contar con los obreros que viven al día, no tienen dinero para pagar el seguro médico ni tienen suficientes fondos para que sus hijos inicien estudios de alto nivel.
En busca de mayores ganancias, los monopolios trasladan sus fábricas a países con trabajadores que perciben, y se conforman, con menos salarios, lo cual, sin dudas, hace crecer el número de desocupados, que oscila entre siete y nueve millones, mientras la industria bélica es la que ofrece mejores sueldos y hace cómplices a la larga lista de necesitados.
Todo esto que hemos escrito es una pequeña parte a lo que enfrenta, porque el mal es mucho mayor, de esta manera se corren los ideales, se traiciona la amistad, se incuba la falta de solidaridad, porque se cae inmerso en el mundo del egoísmo, con su pregón de “tanto tiene, tanto vale”, con lo cual se protege, y santifica al mundo del capitalismo, empeorado por su versión neoliberal.
En lo externo, independientemente de si se tiene o no mayores conocimientos en política exterior, Estados Unidos se enfrenta a un mundo que lo odia, debido a una nefasta política que ha mantenido pese a anuncios y acciones raquíticas para “hacer volver a los muchachos” de las tierras que agredieron y ocuparon.
Más de dos millones de muertos en Iraq salvajadas contra los pueblos de Afganistán, Siria, Yemen y Somalia, entre tantos otros, es consecuente con la realmente antipatriótica política después de los atentados (¿autoinfligidos o por negligencia?) a las Torres Gemelas neoyorquinas y al Pentágono el 11 de septiembre del 2001, a 28 años del golpe genocida que auspició en Chile.
Combatir el terror con el terror es lo que se encuentra el nuevo gobernante, y pienso que no se sonrojará con ello, porque, de una forma u otra, ha sido cómplice de ello, olvidando o no conociendo que al terror solo se le puede derrotar con la solidaridad.
En el momento de su victoria, encuentra que las relaciones con una Rusia que tratan de castigar, están en el nivel más bajo que nunca, porque Moscú dejó atrás los primeros tiempos del derrumbe del campo socialista europeo; o una China a la que necesita por su poder económico, pese a odiarla y querer cercarla, como al vecino ruso.
En cuanto a la política referente a Cuba, dijo un cosa al principio de la campaña, favorable a levantar al bloqueo, pero al final, para buscar el apoyo en Florida, aseguró que echaría abajo las directivas de Obama sobre la mejora de las relaciones, aunque siempre encaminada a subvertir el orden interno, esgrimiendo derechos humanos que la Isla cumple, pero el Imperio no.
Tendrá que laborar mucho el nuevo gobernante si quiere que se respete su quehacer ante el pueblo norteamericano para tratar de ofrecer una sociedad más equitativa; y en lo externo comenzar a borrar esa imagen de nación odiada, justamente conseguida por defender dictaduras, esclavitud y explotación humana, como lo recordó el obispo norteamericano Robert Bowman:
“… País tras país, nuestro gobierno se opuso a la democracia, sofocó la libertad y violó los derechos del ser humano. Esta es la causa por la que nos odian en todo el mundo. Por esta razón somos blanco de terroristas”.
Y, a pesar del triunfo del menos impopular, se me ocurre pensar que pudieran revertir la mala imagen que ha dado al mundo en es a campaña electoral y en parte de su vida, si logra sobreponerse al establishment para que, al igual que EE.UU. hizo en el combate al ébola en África, enviara a norteamericanos a no matar árabes y obtener su petróleo, sino a reconstruir las infraestructuras que destruyó y alimentar a los niños que ha puesto en peligro de morir de hambre.
(Tomado de Cubasí)