Si hace 60 años (30 de noviembre) la ciudad de Santiago de Cuba se levantó en armas para apoyar el desembarco del yate Granma, encabezado por Fidel Castro, se apresta a recibir sus cenizas bendecidas por más de cinco décadas de amor.
Por esos azares concurrentes, el líder falleció el 25 de noviembre, la misma fecha de 1956 cuando partió desde Tuxpán, México, en aquella 'cáscara de nuez' con 82 expedicionarios para una vez más, como el 26 de julio de 1953 en el cuartel Moncada, tomar el cielo por asalto.
Desde bien temprano en la mañana, tristes y a la vez enardecidos, decenas de escolares santiagueros reeditaron los ataques a las Policías Nacional y Marítima, los dos puntos claves de las acciones de aquel día memorable, comandadas por el joven luchador clandestino Frank País.
Muchos, en la urbe, muestran con orgullo en los brazos los brazaletes roji-negros, igual que lo hicieron aquellos combatientes en alusión a la pertenencia al Movimiento 26 de Julio, la organización insurreccional al frente de la nueva etapa de afanes por la soberanía y la dignidad definitivas.
Durante las jornadas matutinas, el homenaje a los también noveles revolucionarios caídos en combate ese día, Pepito Tey, Tony Alomá y Otto Parellada, cuya sangre derramada en aquellos muros fertilizó la conciencia patriótica para los enfrentamientos que vendrían después.
En la tarde, una velada político-cultural rememorará aquel 30 de noviembre y confirmará la disposición de los santiagueros para acoger, junto a otros miles de orientales, las cenizas de Fidel en una concentración en la Plaza de la Revolución Antonio Maceo, en la tarde-noche del sábado 3.
En su recorrido desde La Habana, el cortejo fúnebre que reedita la Caravana de la Libertad, de enero de 1959, pasará en territorio santiaguero en la mañana de ese día por el poblado de Baire, donde el 24 de febrero de 1895 se dio el primer grito de la Guerra Necesaria, como le llamó José Martí.
Llena de símbolos como ese está la travesía desde que partió hace unas horas desde La Habana. Los cabellos blancos de los altos jefes militares que custodian los despojos sagrados no son aquellas melenas negras e hirsutas de cuando entraron con él, igualmente barbudos, durante aquellos días de enero.
(Tomado de PL)