por María Josefina Arce
Impactantes y ovacionadas fueron siempre las intervenciones del líder histórico de la revolución cubana, Fidel Castro, en la ONU. Nunca nadie quedó indiferente ante sus denuncias y no es errado decir que en el recinto del organismo internacional, en la ciudad norteamericana de Nueva York, aún perduran sus palabras que constituyen lecciones de historia y veracidad.
Quizás muchos recuerden su primer discurso ante la Asamblea General de la ONU, en septiembre de 1960. En el mismo territorio norteamericano denunciaría que el problema de Cuba partía del hecho de que era una colonia de Estados Unidos y antes había estado sometida al yugo colonial español.
Con su habitual valentía y dignidad daría a conocer a la opinión internacional las agresiones de que era objeto la naciente revolución por Estados Unidos, y las vejaciones que había sufrido la delegación cubana en Nueva York.
Pronunciaría en aquellos momentos una frase que ha quedado para la historia y que resumiría el problema de las naciones subdesarrolladas: ¡Desaparezca la filosofía del despojo, y habrá desaparecido la filosofía de la guerra!. ¡Desaparezcan las colonias, desaparezca la explotación de los países por los monopolios, y entonces la humanidad habrá alcanzado una verdadera etapa de progreso!
Fidel fue siempre claro en sus planteamientos y nunca dudó en defender las prerrogativas ciudadanas de los más pobres. Es así que con voz fuerte y enérgica hizo valer en aquel histórico discurso y a lo largo de toda su vida el derecho de los campesinos a la tierra, de los niños a la educación y de los enfermos a la asistencia médica.
Clamaría ante todos, atentos y asombrados de la claridad y valentía de aquel joven, el derecho de los negros y los indios a la dignidad plena del hombre, de la mujer a la igualdad civil, social y política y de los ancianos a una vejez segura.
Años después, en 1979, retornaría al podio de la Asamblea General para una vez más hacer valer el derecho de los más pobres a ser escuchados y tenidos en cuenta. En nombre del Movimiento de Países NO Alineados, cuya presidencia ostentaba Cuba en aquellos entonces, dejó al desnudo las desigualdades mundiales entre naciones ricas y pobres y la necesidad de reducir las brechas económicas.
En esa ocasión sería el portavoz una vez más de los anhelos de los menos desarrollados, al afirmar: “Aspiramos a un nuevo orden mundial, basado en la justicia, la equidad y la paz, que sustituya al sistema injusto y desigual que hoy prevalece ».
Es este quizás, uno de sus discursos más recordados en la ONU. Ante los jefes de estado y de gobierno allí reunidos, alzó su voz clara y decidida para abordar temas como la paz, la democracia y la colaboración entre los pueblos.
"Basta ya de la ilusión de que los problemas del mundo se puedan resolver con armas nucleares. Las bombas podrán matar a los hambrientos, a los enfermos, a los ignorantes, pero no pueden matar el hambre, las enfermedades, la ignorancia. No pueden tampoco matar la justa rebeldía de los pueblos...”
La última visita a la ONU del revolucionario cubano fue en 2000, cuando reiteró sus denuncias sobre las desigualdades del mundo actual, pero dejó un mensaje de esperanza y de confianza en la lucha del ser humano por alcanzar sus metas, al subrayar: “El sueño de alcanzar normas verdaderamente justas y racionales que rijan los destinos de muchos, a muchos les parece imposible. ¡Nuestra convicción es que la lucha por lo imposible debe ser el tema de esta institución que hoy nos reúne”.