por Roberto Morejón
Durante seis décadas de presencia sobresaliente en la vida nacional, el líder histórico de la Revolución cubana Fidel Castro dejó para la posteridad un acervo de ideas y una obra concreta, fuentes de inspiración para la presente y venideras generaciones.
Los cubanos aprecian en el guía de la revolución una conducta apegada a los principios martianos y bolivarianos, como lo demuestra el afán por alcanzar la integración latinoamericana, empeño en el que lo acompañó el venezolano Hugo Chávez.
Sus compatriotas resaltan en Fidel Castro su devoción por preservar la dignidad, independencia y soberanía de Cuba, fundamentalmente ante Estados Unidos, cuyas sucesivas administraciones aplicaron el genocida bloqueo.
El dirigente de talla universal trabajó incansablemente por garantizar servicios básicos vitales, reducir la desigualdad social y promover la solidaridad y el desprendimiento.
El jefe del grupo revolucionario asaltante de un bastión de la dictadura de Batista, el cuartel Moncada, hizo gala de sabiduría y valor al guiar a este país en momentos de peligro.
Recordemos algunos ejemplos como la invasión mercenaria por Playa Girón, la crisis de Octubre o de los misiles y el llamado período especial, después del colapso del otrora campo socialista, con el cual Cuba sostenía la mayor parte de su comercio.
Baluarte del internacionalismo, estratega militar y diplomático, político audaz, lector insaciable, comunicador como pocos, son algunos de los rasgos a resaltar de Fidel Castro, muy conocidos por la población.
Si alguna duda quedaba en analistas foráneos sobre la identificación entre el líder y su pueblo, bastaría repasar las demostraciones de respeto de millones de cubanos durante las recientes honras fúnebres, acaecidas después del 25 de noviembre.
Esa identificación vigoriza el camino para la continuidad del proceso de transformaciones iniciadas en 1959 y que en la presente etapa se amparan en la actualización del modelo económico y el afianzamiento de la institucionalidad.
Los acechos externos son marcados, la condición de país pobre y las limitaciones de recursos pueden influir en el proceso de transformaciones, pero el objetivo es preciso y hay certeza de alcanzarlo.
La fuerza moral emanada de figuras emblemáticas como Fidel Castro, ahora desaparecido físicamente, y de otros actores de la ejecutoria revolucionaria sirven de acicate a los cubanos para avanzar en el proyecto social vigente.
No por casualidad los cubanos firmaron en días pasados el solemne juramento de cumplir el concepto de Revolución, perfilado por el líder histórico el primero de mayo del 2000, como expresión de la voluntad de dar prolongación a sus ideas y al socialismo.