Por: Guillermo Alvarado
Las autoridades electorales de Haití anunciaron recientemente que el empresario agrícola Jovenel Moise, del Partido Haitiano Tet Kale, resultó ganador en los comicios presidenciales de noviembre del año pasado con 55,6 por ciento de los sufragios y se convertirá en el próximo gobernante a partir del venidero 7 de febrero.
En segundo lugar quedó Jude Celestin, de la Liga Alternativa por el Progreso y Emancipación Haitiana, con 19,52 por ciento, seguido por el candidato de la Plataforma de los Hijos de Dessalines, Moise Jean-Charles, quien logró 11,04, mientras que la aspirante de Familia Lavalas, Marysse Narcisse, quedó con el 9,01.
Los magistrados del Tribunal Electoral también descartaron que haya ocurrido un fraude masivo en el evento, como denunciaron en su momento Celestin, Jean-Charles y Narcisse.
La situación es tensa en la nación antillana, donde se registraron algunos tiroteos al anunciarse el veredicto oficial e incluso hubo movimientos de tropas.
Los adversarios de Moise señalan que éste seguirá la misma política de Michel Martelly, a quien se consideraba un hombre proclive a los intereses de Estados Unidos en la pequeña nación antillana.
Lo cierto es que el nuevo primer mandatario tendrá en sus manos el futuro de un país que sufre la catástrofe permanente de la pobreza, a la cual se agregan frecuentes y devastadores fenómenos naturales, como el terremoto de enero de 2010 y el paso del huracán Matthew en octubre del año pasado.
El sismo dejó más de 200 mil muertos y la infraestructura destruida y fue seguido por una epidemia de cólera que aún ahora, a siete años de distancia, continúa matando a cientos de personas.
En Haití ocurrió la primera revolución triunfante de esclavos y se proclamó independiente el 1 de enero de 1804, pero jamás logró despegar debido a las duras sanciones que le fueron impuestas por la exmetrópoli, Francia, que a cambio de reconocer su soberanía le obligó a pagar a partir de 1825 la suma de 150 millones de francos de oro.
Devastado por la guerra de liberación, el naciente país carecía de recursos para cumplir este leonino trato, impuesto bajo la presencia de una flota con más de 500 cañones apuntando a la capital.
Para que se tenga idea de la felonía colonialista, Francia “otorgó” un crédito para parar la primera cuota de la deuda, fijada en 30 millones de francos. Con el cálculo de intereses, primas, gastos y otras cargas, esa suma se convirtió en 81 millones, por lo que los historiadores hablan de “una doble deuda de la independencia”, la que se debía pagar al Estado francés, y la que se adquirió con los banqueros de París. La metrópoli europea asumió, además, el control de las finanzas de Haití, función que mantuvo hasta la invasión estadounidense de 1915.
Si alguien quiere saber en serio el origen de la pobreza en Haití, esta es una de las causas fundamentales. La historia y la justicia exigen que se devuelva a ese país todo el dinero pagado durante 125 años, porque fue un saqueo que aun hoy causa hambre, enfermedades y muerte y constituye un reto para el futuro presidente. FIN